POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
¡Qué decepción escuchar al Papa tentado por Jordi Évole! Me recordó a la fábula donde el zorro seduce al cuervo, con lo difícil que es graznar ex cathedra; eché de menos a Gustavo Bueno, y a Sánchez Ferlosio cuando en uno de sus pecios dice que la verdad no es la verdad ni aunque la diga el porquero de los dioses o el dios de los porqueros, que será siempre una sucia invención de mandarines. El Papa se rasga las vestiduras con las alambradas y con las fronteras; lo extraño es que, enfangados en la demagogia, no dijera que abre las puertas del Vaticano y la Basílica de San Pedro, con sus 193 metros de longitud y 44 de altura, para dedicarlo a multicines para pobres, hospital con 15.000 literas y, por supuesto, milagros a gogó, ¡Deux ex machina! Qué oportunidad perdió Bergoglio de responder a Jordi en latín, que se entiende peor, o en lunfardo. En la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida.
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