POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Paso estos días prenavideños por los pueblos segovianos del norte, y los veo dormidos, recogidos, apagados. ¿Dónde están los hijos de los padres? Emigraron a la ciudad y solo regresan de tarde en tarde. Apenas unos pocos paisanos se sientan a echar las cartas en los bares, con la pesadumbre de la edad senecta encima.
Saludo al alcalde Jesús G. Pastor, de Cuéllar, y me evoca los toros, pero Cuéllar es más que toros, Pastor, y tú lo sabes, le digo. Claro que sí, me responde campechano. Por eso ahora nos estamos hermanando con el Chiapas mexicano, y allí ha ido Carmen, la concejala, para ampliar las expectativas de colaboración mutua. Okay.
Hablo con Jaime, de la Dehesa Mayor, y me cuenta historias de otros tiempos, con cura, médico y guardia civil en la mayoría de las localidades. Ya no. Me entretengo un rato con el dicharachero y emprendedor Pablo; siente el orgullo de servir a su villa, a pie de calle, pero se encuentra prácticamente sin gente que le acompañe en lo cultural y en lo social.
José Luis González Coronado, novelista insigne de la tierra que me invita a un cocido en la “Manuela”, recibe el cariño y la admiración de los contertulios y comensales, y, sin embargo, ya están todos jubilados. Subo al restaurante “Iglesuelas” y desde la terraza miro el mar de pinares. Menos mal que el negocio de la resina rebrota como en los buenos años 50-60. Más y mejor colofonia.
La vega del Carracillo florece y frutece, con achicorias de endivias que dan envidia y puerros, cebollas, rábanos y repollos. Frumales y Lovingos se medioesconden al viajero. Calabazas se halla de caza, bien por ella. Pero los hombres, insisto, ¿dónde andan los hombres? Hoy lo hacen casi todo las máquinas. O las mujeres, que trabajan el doble, y lo digo en su honor.
Sigo por Olombrada, “la de la manta cagada” según la Epístola de la Villa y Tierra de Fuentidueña, que tan bien sabe el doctor Juan Cuéllar, de Fuentepiñel, y me entero de que un agricultor ha muerto arrollado por su tractor. ¿Hasta cuándo una vida más regalada y segada en flor?
El Henar llora el deceso del Cronista Balbino, al que se suma el Duque de Alburquerque en los funerales. Recuerdo a José de Espronceda novelando los pasadizos del Castillo y lamento lo bajo que hemos caído. ¿Por qué?
En pie, camaradas, recortada legión por el paro. Volverá a amanecer.