POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Viaducto Marquina constituye para la ciudadanía desesperada de Oviedo un modesto muelle de embarque al otro mundo, modesto porque no reúne condiciones de seguridad, es decir, que el suicida muera en el intento, como en el puente de Nankín sobre el río Yangtsé, el Golden Gate en la bahía de California, el Príncipe Edward en Toronto, el Aokigahara en el Monte Fuji, el de Erskine en Escocia, el del Bósforo en Estambul, el colgante de Clifton en Brístol, el Viaducto de Segovia, el de la Gran Duquesa Charlotte, de Luxemburgo, el Bridge Derry en Irlanda del Norte, el del barrio de Tuira en Oulu, Finlandia, el del 25 de Abril, de Lisboa… Sugeriría yo que a la entrada de estos embarcaderos para gente atormentada deberían dispensarse pastillas antidepresivas, esas que llaman “A mí plin”; aunque, si con ellas se consigue que nos importe un pito la vida, acaso sería mayor el número de puenticidios.
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