POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Jamás pensé, ¡puf!, que las flatulencias del ganado vacuno acelerasen de modo significativo el cambio climático. El veterinario David Yáñez-Ruiz asegura que una pequeña dosis de no sé qué, administrado en el forraje de las vacas que en el mundo son, al catalizar la reacción del metano, inhibe y oxida al cuesco y logra una rebaja del treinta por ciento de los gases de efecto invernadero, o sea, una desaceleración del calentamiento global y derretimiento de los casquetes polares, que en nuestros Picos de Europa se traduciría en recuperar Cemba Vieya para la cara norte de Peña Santa de Enol y la Picarota, del Pajares, para el esquí. Yáñez-Ruiz quitará la voz al culo de las vacas, y esa muerte del pedo, “ruiseñor de los putos” diría Quevedo, contribuirá además, si no a mitigar el hedor de la degradación social, sí a mejorar el ambiente de la cabaña y la fragancia del campo.
Fuente: http://www.lne.es/