POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
No crean que vamos a tratar de esos órganos tan necesarios para la respiración del ser humano y que facilitan su vida. Muy al contrario, vamos a introducirnos en aquellas zonas que oxigenan a la ciudad con su vegetación, y que además decoran el paisaje urbano. Así pues, nos centraremos en los pulmones que ayudan a que Orihuela pueda respirar.
Al arribar a Orihuela por ferrocarril, y salir a la superficie tras haber desembarcado en un apeadero soterrado, bien acondicionado y ventilado, tras emplear un ascensor, pues la escalera proyectada presenta una pendiente para la que hace falta carnet de escalador; al llegar a la luz del día y salir por el edificio de la estación intermodal, la primera imagen que obtenemos es un recuerdo al inmortal poeta, al que tanto debe Orihuela, y que por el color de la piedra, nos recuerda aquel verso, «del almendro de nata te requiero».
Al fondo, nuestra mirada se aproxima a una vista que hincha el corazón cuando el oriolano llega procedente de la diáspora. Paisaje que, por desgracia, el ladrillo se ha encargado de ocultar en algunos momentos. Después, los pasos del viajero recién llegado lo dirigen por el segundo andén hasta que, ante el mismo surge uno de los pulmones con los que cuenta la ciudad: la Glorieta de Gabriel Miró.
De ella, ya trataron Aníbal Bueno Esquer y Antonio Mazón Albarracín, y basándonos en algunos datos de ambos vamos a continuar en esta ‘Vuelta a los Puentes’. Los artífices de que la ciudad disfrute de este pulmón no fueron otros que los altruistas individuos que integraban la Unión Agrícola Orcelitana, que fue fundada en 1878, teniendo como objetivo, entre otros, la mejora urbanística de la Orihuela decimonónica. A esta filantrópica entidad se deben además de la citada Glorieta, la apertura, en su momento, de la calle Arzobispo Loazes, la carretera de la Estación y el Puente de Levante, que en aquellos años era conocido como el Puente Nuevo. Ciñéndonos a la Glorieta, ésta fue construida con lo ahorrado en las obras de la carretera de la Estación. Su construcción, bajo la dirección facultativa de José Moreno Tovillas, comenzó en 1886, concluyéndose al año siguiente. En 1888, fue donada el 1 de marzo de este último año por la citada Unión Agrícola Orcelitana al pueblo de Orihuela, a través del Ayuntamiento, siendo alcalde Francisco López García. Antes de esta donación, había sido plantada con árboles de diversas especies, y nos viene a la memoria aquellas frases de la novela ‘Nuestro Padre San Daniel’ de Gabriel Miró, al cual le fue dedicada la Glorieta nueve lustros después: «Un ciprés, un magnolio, una palmera, dos araucarias mellizas. Muros de hiedra, de mirtos; huertos anchos, calientes; frescor jugoso de limoneros, de parras, de higueras. Eucaliptos estilizados sobre piedras doradas y de apariciones de cielo de un azul inmediato».
Algunos de estos árboles estuvieron presentes en la Glorieta, otros han desaparecido. De igual forma que dejó de existir aquella verja que la limitaba, y solo hay una nueva que protege la zona de juegos para niños. Son muchos los recuerdos que la Glorieta de Gabriel Miró traen a nuestra memoria, desde aquellos juegos infantiles de marro, el pañuelo o de policías y ladrones, e incluso el perseguido y prohibido juego de la pelota, siempre controlado por el guardia de turno. Así como aquellos, paseos con traje de domingo, con niños con palmas de hosanna, con grupos de amigos en el Kiosko Medina o Alfil, con la presencia de la Feria de Fibras Agrotextiles, con espectáculos dentro de los Festivales de España, con la segunda coronación canónica de la Virgen de Monserrate, con la multitudinario homenaje a Nuestro Padre Jesús, con el Congreso Eucarístico Diocesano, con la representación de ‘El Gran Teatro del Mundo’, con exhibiciones cinematográficas veraniegas, con los ensayos de Los Armaos y con el recuerdo de tantas y tantas personas que ya no están entre nosotros. Y, por supuesto, con el protagonismo de la música en el templete o quiosco destinado para conciertos, que vino a sustituir a aquél que poseía el Marqués de Las Hormazas cuando este terreno le pertenecía, y que fue restaurado en 1898. El nuevo quiosco fue diseñado por Severiano Sánchez Ballesta, en 1925, durante el mandato de Francisco Díe Losada (Don Paco Díe), y ha sufrido dos restauraciones: la primera, siendo alcalde Luis Fernando Cartagena Travesedo e inaugurado el Domingo de Ramos, 27 de marzo de 1988. La segunda, años después, siendo concejal de Infraestructuras Antonia Moreno Ruiz, e inaugurado el 5 de noviembre del 2013.
Allí, en la zona próxima a la acequia de Los Huertos o de Molins que limitaba a la Glorieta en su parte sur, conocimos una edificación destinada a biblioteca municipal que se incorporó en 1929. Tras desaparecer un pino de grandes dimensiones, se instaló una fuente en su parte norte, en la que, en 1976, se erigió costeado por suscripción popular un monumento dedicado al Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde, que fue retirado a las 4.30 horas del día 18 de noviembre del 2004, por empleados del Ayuntamiento, siendo trasladado hasta el almacén municipal de obras públicas. Por el contrario, pervive el busto, original de José Séiquer Zanón, que se dedicó a Gabriel Miró por iniciativa de José María Ballesteros, Ramón Sijé, Miguel Hernández y Augusto Pescador, entre otros. El citado busto en cuyo pedestal reza ‘Oleza a Gabriel Miró’, fue inaugurado el 2 de octubre de 1932, interviniendo en el acto Ernesto Giménez Caballero. A partir de entonces, este pulmón oriolano quedó ligado al novelista alicantino que supo identificar a Orihuela como Oleza.
Fuente: http://www.laverdad.es/