POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Es el pulpo, Octopus vulgaris Lamk., un molusco cefalópodo (es decir: tiene ocho pies o tentáculos -okto-pous – en la cabeza -kephalé-pous -) muy común (vulgaris) en nuestros pedreros y cuyo nombre procede del griepo pols-pous (muchos pies).
Etimologías aparte, hemos de reconocer que este animalejo tiene connotaciones míticas, siendo personaje principal de leyendas y narraciones fantásticas y eje en torno al cual gira una copiosa literatura infantil y juvenil.
Un servidor, que tiempos atrás fue profesor de Física, utilizaba al pulpo como «modelo viviente» del 3º Principio de la Dinámica de Newton, o «principio de acción y reacción», base de la que después se llamó «propulsión a chorro».
Y si veía que el alumnado estaba cansado, pues intentaba animarlos contándoles el apareamiento del pulo macho con el pulpo hembra (ansiosos, que son unos ansiosos, al igual que calamares y xibies) y por qué causa a ciertas señoritas de «vida alegre» (que, por cierto, suele ser muy triste) algunos maledicentes las llaman «pulponas». Todo es cuestión de tentáculos y de ventosas.
Al pulpo, como decía Cunqueiro, le van «la mazada y el aceite». No descubría nada nuevo pues ya Ruperto de Nola, en el siglo XVI, nos enseñaba que «El pulpo es un pescado muy duro; y por eso se azota y golpea mucho; y después lavarlo bien, y ponerlo en la olla a cocer con una cebolla y un poco de aceite…».
Xuan Xosé Sánchez Vicente, catedrático, político y experto pescador de pulpos, opina que «pa que´l pulpu tea blandiu nun val pa na ponelu a cocer con corchos o mayalu enantes bien. Lo de mayalu, en cambiu, ye bono pa desfogar si tamos emberriacaos escontra algún enemigu.
Lo meyor ye tenelu conxelando tres díes polo menos; ansí rompe-y la fibra y ta garantizai que queda blandiu»
Ya lo saben… si entienden esti asturianu tan académicu.
Vamos a prepararlo en guiso con patatines nueves, que estamos en primavera.
Se prepara un sofrito, tipo pisto, con ajo, cebolla, pimiento verde y rojo, y tomate. Cuando esté a punto se agrega un vasín de vino blanco y un poco de pimentón al gusto (yo aconsejo el agridulce; es decir, semipicante). Da unos hervores.
Aparte, ya peladas y limpias, se cortan las patatas en trozos mediano-pequeños y se fríen en aceite. Se llevan a una cazuela y se les suma el sofrito anterior y el pulpo, troceado, que habrá cocido previamente en agua sin sal.
Se agrega un poco de caldo de pescado o caldo de cocción del pulpo, da unos hervores y se rectifica de sal si fuere preciso. Reposa durante una media hora y se sirve, bien caliente, en cazuela de barro. Puede adornarse con un espolvoreo de perejil o con trozos de huevo cocido.
NOTA
Si el caldo resultara flojo, basta hacer puré dos o tres patatas del guiso y agregarlas al mismo.