POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El genial Juan de la Cierva, aún con vida, supo que los murcianos querían ponerle su nombre al nuevo aeropuerto de la ciudad. Pero ni imaginó que pasarían 86 interminables años para que aquella idea se hiciera realidad. Así que la aprobación esta semana por parte de la Asamblea Regional de la futura denominación del aeródromo Juan de la Cierva Codorniú es el último capítulo en una historia que, como tantas otras en esta región desmemoriada, no terminaba de despegar. De hecho, en 1948, tras otro intento de llamar así a la proyecta infraestructura, el mismísimo Estado lo rechazó.
Una de las primeras veces -cuando no la primera- que surgió la idea de ponerle nombre al aeropuerto se remonta a la Primera República. La Diputación Provincial estaba entonces presidida por el delegado de la Junta Revolucionaria Republicana, Antonio Pascual Murcia. Eso sucedió en 1931. Juan de la Cierva, quien había nacido en Murcia en 1895, fallecería el 9 de diciembre de 1936 Croydon (Reino Unido), precisamente en un accidente aéreo.
En la sesión de la Diputación celebrada el 24 de julio de 1931 se acordó que se produjera una baja de 56.500 pesetas en «el capítulo correspondiente a la adquisición de terrenos para un aeropuerto que se denominaría Cierva Codorniú, partida dotada con 75.000 euros».
La propuesta volvería a ser actualizada por la Cámara de Comercio de Murcia que, en 1935, durante un homenaje que la institución hizo en recuerdo del inventor del autogiro, propuso darle ese nombre a las futuras instalaciones. Pero había que construirlas. Y la Guerra Civil estalló. En julio de 1936, el Ayuntamiento de Murcia aprobó un informe con «una habilitación de créditos por transferencia, figurando en las bajas, entre otras cosas, la construcción de un aeropuerto».
Superada la Guerra, el proyecto de construir un aeropuerto partió del empresario Adrián Viudes, entonces presidente de la Cámara de Comercio de Murcia, quien «acordó solicitar la necesaria ayuda de los poderes públicos, empezando por el apoyo incondicional de nuestro gobernador civil».
Así lo publicó el diario ‘Línea’ en su edición del 19 de junio de 1948. Pero para entonces la iniciativa ya estaba en marcha. Los murcianos la conocieron casi un año largo antes, tras una reunión mensual de la Cámara en marzo de 1947, cuando se acordó.
El entonces gobernador civil de la provincia, Cristóbal Graciá, explicó en febrero del mismo año que había solicitado al director general de Aeropuertos la tramitación del expediente para «la construcción en las proximidades de Murcia del aeropuerto comercial ‘Cierva Codorniú’. Y en aquel departamento, según publicó el diario ‘Línea’, «le dieron muy serias promesas de no perder un solo día en este asunto». Algunos creyeron que se referían, tal cual, a no dedicarle ni cinco minutos al tema. Pero no fue así.
Un pago a plazos
Unos días después, el ministro del Aire llegó a Murcia para conocer los terrenos sobre los que se levantaría el complejo. Pero, ¿cuáles eran? ¿Quiénes los proponían? Al efecto se había nombrado una comisión de prohombres murcianos, entre quienes se encontraban el gobernador civil, el alcalde de la ciudad y el de Alcantarilla, el presidente de la Diputación, el delegado provincial de sindicatos, el presidente de la Cámara de Comercio, así como otros representantes de organismos y corporaciones.
Entre todos acordaron, en mayo de 1948, ofrecer al director general de Aeropuertos un total de 15 hectáreas, que estaban en el campo de Sangonera, y millón y medio de pesetas, que sería abonado a plazos.
La financiación que correspondía al Consistorio murciano se aprobó en una comisión un par de días después. Eran setecientas mil pesetas, de las cuales estaba previsto pagar cien mil en aquel ejercicio y el resto durante los cuatro años siguientes.
La reuniones se sucedieron aquel año. Una de ellas, según las actas que conserva la Cámara de Comercio, se celebró en el aeródromo de San Javier el 31 de julio. Los miembros que asistían a estos encuentros fueron designados por el Ministerio del Aire para componer la llamada «Junta Técnica Mixta del Aeropuerto de Murcia».
Desde aquel instante ya consignaron, como apuntó el alcalde Virgili, que era necesario «solicitar a la Superioridad la autorización para que el Aeropuerto se denomine Cierva-Codorniú, en prueba de recuerdo del ilustre hijo de Murcia, el glorioso inventor del Autogiro».
La Junta fue convocada de nuevo cuatro meses más tarde. En esta ocasión, en el Ayuntamiento de Murcia. El acta que luego firmaron se encabezaba con la denominación propuesta por Virgili, aunque el contenido de la misma rechazaba el nombre.
El presidente de la Junta, Federico Noreña, jefe de obras del Sector de San Javier, informaba de que el director de Aeropuertos descartaba la posibilidad de llamar Cierva-Codorniú al aeropuerto.
En una carta, advertía de que «el excelentísimo señor general subsecretario me comunica que, aunque existen aeropuertos a los que se ha dado el nombre de personas de elevada significación, es criterio del Ministerio el que se designen con el nombre de la población importante más próxima a su emplazamiento, a fin de facilitar con ella la navegación, debido a la cual, no procede denominar al Aeropuerto de Murcia, Aeropuerto Cierva-Codorniú».
Noreña, leída la carta, concluyó que, en lo sucesivo, habría de denominarse Aeropuerto de Murcia. Y ni mil palabras más. Sin embargo, no todos estaban de acuerdo. Daba igual. Tiempo más tarde se disolvería aquella comisión junto a su proyecto. Y así, año tras años, se postergó tanto el homenaje al ilustre murciano como la construcción del aeródromo que llevara su nombre. Ahora son una realidad las dos cosas. Pero solo falta un detalle: inaugurar, de una vez por todas, las instalaciones que permanecen cerradas.
Fuente: http://www.laverdad.es/