POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
No se habla de otra cosa en nuestra amada Murcia. Y ya veremos si, al final, alguien propone una manifestación delante del Ayuntamiento. Me refiero a esas que se convocan temprano, se dan cuatro ‘chillíos’ contra el alcalde y a correr, no vayamos a liarnos mucho y saltarnos el almuerzo.
Lo que ha pasado, señores, no admite bromas. Y la cuestión debe aclararse cuanto antes. Nada urge más. Ríase usted del plan de movilidad, de la necesaria ampliación del tranvía al Carmen, de la sequía impenitente… Fruslerías si las comparamos, a pie de taberna y mercado, con el robo de la cabra de trapo de la plaza de Verónicas.
Sucedió hace unos días.
El pobre animalico estaba clavado por la barriga (he escrito por la barriga, malpensado lector) en una señal de tráfico descabezada que hay en la fachada trasera del histórico mercado. Desde hace meses. Y no pocas sonrisas y bromas despertaba entre el personal.
Sucedió hace unos días.
El pobre animalico estaba clavado por la barriga (he escrito por la barriga, malpensado lector) en una señal de tráfico descabezada que hay en la fachada trasera del histórico mercado. Desde hace meses. Y no pocas sonrisas y bromas despertaba entre el personal.
Tanta ‘pesambre’ le dio al andoba que, entre maldiciones que no quiera usted leer y mentándole las castas todas a quienes intentaban detenerlo, arrancó de un tirón la cabra.
Encima, no contento con librar a Murcia de semejante aquelarre caprino, entre el pasmo y la guasa del resto de comensales, se la llevó a su casa. ¡Ay, estas cosas solo pasan en Murcia! Cuentan que un guardia presenció la escena y no intervino. Se conoce que la cabra no era suya.
Misterio sobre misterio, a los pocos días, los parroquianos volvieron a ver al animal en lo alto de la señal. Se desconoce si era el mismo y lo habían liberado. Lo único cierto es que la peculiar mascota del mercado pintaba en sindicalista. O, al menos, tenía cierto conocimiento de los convenios, digamos usando el latín, caprinos. Porque desaparecía todos los fines de semana… para volver a ocupar cada lunes su alargado pedestal. Tonta del todo no era.
Este último arcano lo acabo de resolver yo solito, visto que la Policía Local se desentiende. Al parecer, la cabra pertenecía al simpático carnicero Paco Consuelo, que de borregos sabrosos sabe un rato y quien se encargaba de colocar el peluche en semejante sitio. De lunes a viernes. La razón era evitar que durante las noches del sábado desapareciera, fuera a manos de algún borrachuzo o de la traviesa chiquillería.
-O del tío que decía que el animal era el demonio.
-¡Ya lo creo! Y ese es, de todos, el más peligroso.
Total: eso mismico ha pasado. Alguien acaba de secuestrar la graciosa cabra de Verónicas que tantos echan en falta. Un desastre. Paco asegura que su mascota es más cabra que borrega, aunque sobre el particular hay opiniones. Y anda desesperado por las redes pidiendo que la devuelvan a su improvisado pedestal, donde ahora ondea un cartel exigiendo su liberación. ¡Qué tormentos estará sufriendo tan dócil cabra! De momento, y es lo que más preocupa al vecindario, nadie ha pedido un rescate.