POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
En aquel tiempo, en aquellos días, nos ponían películas históricas. Los diez mandamientos, Barrabás, Quo Vadis, Ben Hur, La Túnica Sagrada, Judas, Las sandalias del pescador, Rey de Reyes, Los últimos días de Pompeya… Películas bien hechas que nos hacían padecer en nuestras carnes las plagas bíblicas, los leones devorando a los cristianos en la arena del circo, mientras los romanos disfrutaban del espectáculo. Moisés abriendo el mar. De cómo Judá Ben-Hur salvaba a Quinto Arrio, primer cónsul de Roma. Las opiniones peligrosas, según la Congregación para la Doctrina de la Fe, del padre Telemond, la crucifixión de Barrabás y la soga colgando de la higuera en el cuello del desgraciado Judas, el traidor.
Siempre me fascinó Poncio Pilatos, pretor de Judea. Aseguran, quiénes lo han estudiado, enjuiciado y novelado, que fue débil, medroso y dubitativo. Que se doblegó ante las presiones de los sátrapas que gobernaban y manipulaban el Sanedrín. Derrotado por conservar el cargo, condenó al reo lavándose las manos. Pura estampa, a pesar de los más de dos mil años transcurridos, de lo que pasa ahora cuando se administra justicia. Escuchar cortésmente, responder con sabiduría, ponderar con prudencia y decidir imparcialmente. ¡Ahí es nada, con la que está cayendo! Quod scripsi, scripsi. Lo escrito, escrito está.