POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El sábado venía yo relajado de Somiedo, de subir al Calabazosa; las caminatas me tranquilizan y regresaba a Oviedo feliz bajo el orbayu, ciudadano ejemplar, en sintonía con la naturaleza, la humana y la divina; pero al llegar a la rotonda de Doriga, en la AS-15, casi a salvo en la A-63, me asaltó la Benemérita: “Circulaba usted a 81 Km/h cuando el límite es 70”. “Me extraña –dije a la agente-, mi auto me avisa de los radares fijos. -Lo cazó a usted una unidad móvil. -¡Mecagüen! -También a mí me cazan –dijo ella. -¿Y no la perdonan por pertenecer al Cuerpo? -No”. Charlamos, y tanto me reconfortó su confesión que le pedí permiso para bajarme del coche y fundirme con ella en un abrazo; luego le canté a Sabina: “Yo cansado, tú perdida / nos curamos las heridas con ají / hoy por ti, mañana por mí / si caminas yo te sigo / si te cansas hago un nido en el arcén / hoy por ti, mañana también”.
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