POR JOSÉ MARIA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMAN (JAÉN)
Mira, paisano, el pasado sábado la Orden de la Cuchara de Palo rindió homenaje a Radio Linares, EAJ-37, en su ochenta cumpleaños. Su directora, Isabel Sánchez Cabeza, en nombre de todos los que la han hecho posible durante estas ocho décadas, recibió la medalla de la institución, y el reputado cocinero linarense Juan Carlos Trujillo, del Restaurante Canela en Rama, elaboró con tal motivo un imaginativo menú cuyo delicioso postre lleva el nombre de la emisora decana de la provincia.
Desde hace algo más de veinte años, una vez por semana, me abandono a sus ondas sin más equipaje que el del buscador de verdades allende la vida cuece sus quimeras, desoyendo el consejo de Calderón de la Barca cuando nos recomienda que no hay que creer ni en la verdad, pues donde menos se piensa salta un Judas que te vende al primer Pilatos que se encuentra en el mercado de los abrazos inciertos.
Para la radio no existe, ni tan siquiera, mañana. Es el ahora eterno que se lanza al rompeolas del aire, allí donde las ondas retornan de librarle batallas al barlovento de las cosas. No amarillean de viejo las palabras en la radio, paisano, pues a punto de nacer ya se han ido, como se van los miles de barquitos de pétalos que no llegan a conocer el mar colgados de una primavera.
En estos años de crisis, cuando a toda prisa nos quieren desmontar los andamios de lo que somos como tribu, queda viva aún en mi recuerdo aquella cocina de pueblo donde el pan, cada tarde, se preñaba de aceite de oliva y onza de chocolate. Limitaba al norte con una ventana de limpios visillos que se abría a un patio de geranios; al levante, con un Cristo Rey de escayola coloreada de rojos y purpurinas que pared arriba marcaba el zenit del Universo; al poniente, con un botijo de boca amordazada con vainicas, impertérrito centinela de siestas con chicharras, majestuoso sobre un hule que plasmaba el mapa de España en el que aprendí la geografía de las meriendas escolares; y al sur limitaba con una radio entronizada en su repisa bajo el armiño almidonado de un pañito impecable de croché, cuyos sabores aún pueden escucharse al hilo de cuanto aquí escribo a modo de homenaje emocionado.
Fuente: http://www.saborajes.com/