POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Los «nenos» de mi generación (ahora se dice «niños y niñas») conocíamos la geografía y la historia de nuestra localidad por tradición oral; y sabíamos de la geografía e historia de España por su estudio en la enciclopedia de Álvarez complementado con las bofetadas («osties», decíamos) que regalaba don Manuel.
Y, así, sabíamos que el «ríu Lliberdón», en Colunga, se llamaba «RÏA» al llegar al POZU LOS CÁMBAROS y desembocar en la mar.
La «ría» dividía el arenal en dos zonas: la oeste, pequeña, con prolongación en el «pedreru» y acantilados de Vista Alegre, que llamábamos PLAYA DE COLUNGA; y la este, de mayor extensión, con prolongación en los pedreros de San Juan y de Huerres, que llamábamos PLAYA DE SAN JUAN.
Ambas, en un conjunto, configuran la conocida como PLAYA DE LA GRIEGA y hace unos años como PLAYA DE LA CABAÑA DEL MAR porque en la zona «colunguesa» se ubica el restaurante de ese nombre.
Bueno, pues las praderas próximas a la parte «colunguesa» de la playa, eran «sede festiva», el MARTES siguiente a la celebración de la Virgen de Loreto, de la tradicional JIRA DE LORETO.
Si ustedes consultan en el diccionario el significado de la palabra JIRA (que en España empezó a utilizarse a partir de 1535) verán que indica «Un banquete o merienda campestre, entre amigos, con regocijo y bulla».
O, como decimos en Asturias, MERIENDA CON FOLIXA.
Estas fechas de casi mediados de julio coincidían, en el calendario agrícola colungués, con el fin de las labores de «sallu» y «randu» de maíz y fabes y con las de siega y ensilado de la hierba (segar, esmerenar, angazar , embalagar, enfacinar, ensilar en la tenada…).
Una ocasión propicia para celebrar un festejo religioso-popular con una jornada de descanso y de alegría.
Las gentes, ya desde media tarde, unas andando y otras en los autocares «Costa Verde», iban acercándose «al prau de la Jira» con su cesta (espuerta) repleta de viandas y menaje para la merienda-cena pues la bebida (sidra, vino, refrescos, cerveza con gaseosa…) se adquiría en las barracas instaladas al efecto.
Las viandas más tradicionales de merienda consistían en: ensaladilla rusa, tortilla de patata, empanadas, carne empanada y frita, embutidos y salazones y dulcería muy casera (brazo de gitano, Tarta de bizcocho y crema pastelera, pasteles sencillos…).
Y todo ello bien presentado sobre un clásico mantel de cuadros.
No podían faltar las típicas «avellaneras» con su carga de avellanas tostadas que vendían a los asistentes a la fiesta. La «medida» de venta solía ser la «capacidad de un bote de pimientos mediano» y el precio, según la «demanda» oscilaba entre 50 céntimos de peseta y 1 peseta.
Estas avellanas, si se llevaban como regalo a quienes quedaban en la casa realizando labores domésticas o ganaderas, se conocían como PERDONES.
Se buscaba con ello agradecer el sacrificio realizado por «el ausente».
Todo eso, o casi todo, se ha perdido. La Jira es un lunes y el «formato de merienda» es el reparto de «Bollu preñau y botella de vino».
Y la romería, el «bum-bum-bum…» de la música moderna.
Bueno, tampoco hay «sallu» ni «randu», ni siega a guadaña, ni balagares, ni facines. El «bum-bum-bum…» de la música y los «bolos» que almacenan hierba arrinconan nuestra niñez.
En la foto, mi empanada de bonito (que acabo de preparar) con destino a mi «banquete» de mañana, «día grande» de la Fiesta.