POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Hace 63 años que salí de casa y, aún, resuenan en mi recuerdo los repiques de campanas, las canciones de Navidad y, sobre todo, aquellos reencuentros familiares con mis padres, abuelos y hermanos; sentados todos junto a la chimenea, al rescoldo de braseros de leña.
Sí, allí se pasaba frío pero, el calor humano que se percibía, era tan contagioso que nadie sentía destemplanza.
No abundaban los dulces de Navidad, ni adornaban mi casa con belenes, pero allí; habían algunos mantecados y cordiales qué, aunque no eran excesivos, estaban amasados con el amor de mi madre y de mi abuela. En efecto, allí no se disfrutaba de cosas materiales; sin embargo, teníamos el amor de nuestros viejitos que esperaban la llegada de los días de navidad para que estuviéramos juntos y nos contáramos cosas sencillas pero hermosas: muy hermosas.
Por la calle había bullicio. Sonaban las zambombas, panderetas, castañuelas y campanillas y, a sus sones, cantábamos y bailábamos como era ritual en los días navideños. Los melómanos tradicionales, tocaban todo tipo de instrumentos musicales.
Nuestros oídos percibían los sones de Antonio Machín, deleitándonos con su canción predilecta para el momento «Navidad». Al oírlos, contemplé llorando a mí madre y mi abuela Clarisa; cuando el cantante español de origen cubano, con su voz melodiosa cantaba su sentido bolero:
Campanitas que vais repicando
Navidad vais alegres cantando
Y a mi llegan los dulces recuerdos
Del hogar bendito donde me crié.
Y aquella viejita que tanto adoré
Mi madre del alma que no olvidaré
Sí, 63 años después, cuando regresaba a casa por vacaciones de Navidad, me vuelven a la memoria recuerdos imborrables de aquél hogar en el qué, junto a mis abuelos, padres y hermanos; me crié.