POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Si el otro día nos dejaba Tau (Pilar Santiago Pandiella), y ya echamos en falta su menuda figura paseando arriba y abajo por la calle de La Colegiata, otro tanto podemos decir de Gloria Díaz Díaz, cuya imagen, también pequeña, quedará asociada a la de su nieto Marcos, más alto y más fuerte, el cual, solícito y atento, siempre le acompañaba en sus desplazamientos por la villa. Gloria, que era de El Llendón, y viuda de Faustino Collada Vega, falleció el pasado 10 de junio.
Y el 18 era Enrique Corugedo Redondo, “Kike”, el que se marchaba para siempre. Kike, que estaba casado en La Vega de Ceceda con Aida Foncueva Rubio, era natural de Oméu. Y fue su falta la que me trajo el recuerdo de cuando, a finales de los años setenta, pasé bastantes tardes pintando rincones de aquel núcleo rural, evocación completada, al mismo tiempo, con las imágenes, ya un tanto borrosas, de las personas que por entonces vivían en su entorno, tan apacible como atopadizu.
Carretera adelante, y tras dejar atrás, a la izquierda, el bar de Florina, viuda de Gémino, se accedía, por la derecha, al citado cogollo. Allí vivía Peta (Perfecta), una mujer mayor, alta y delgada, a la que recuerdo recogiendo caracoles a la orilla de la carretera. También residía su hijo, Manolo, que estaba casado con Aurora, de La Cueva. Bajando a la derecha, después del potru de ferrar, vivían los padres de Kike; Asensio, fuerte y moreno, su mujer, Remedios, e Ignacio, hijo suyo, que estaba soltero. Seguía, a continuación, la casa en la que vivía Alvarín, con su familia y, al otro lado, las que habitaban los matrimonios que componían Rosaura y Constantino, y descendencia, por una parte, y Mercedes y Rogelio, con la suya, por otra.
En el centro, en una casa orientada al mediodía, con explanada delante, vivía entonces Ana María (hija de Asensio y hermana de Kike), y su marido, Jorge, que jugaba en el C. F. Peñamayor, y al costado, mirando a las escuelas, estaban los domicilios de los respectivos matrimonios que componían Maruja y Luisito Onís, por una parte, y Yusa (María Luisa) y Daniel Calvo, por otra, cada uno con la descendencia correspondiente. Un poco más alejada estaba la casa en la que vivía Encarna Criado, una mujer mayor y menuda, que era la madre de Pepe, Maruja, Abelardo, Severo, Armando, Consuelo y José Antonio Lafuente.
Hoy la mayor parte de los citados ya no están entre nosotros. Que las personas vayan faltando es, al fin y al cabo, ley de vida, y hay que aceptarlo, pero también parece razonable tener para ellos un recuerdo afectuoso, aunque sea muy de cuando en cuando.
Por último, me entristece comentar que, hace unos días, nos dejó para siempre un joven escabecheru: Julio Montes Crespo, “Julín”. Era hijo de Julio Montes, “el Xirugu”, y de Amalia Crespo. Que la paz eterna sea contigo, amigo Julio.
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