MARTÍN TURRADO VIDAL, HA QUERIDO REEDITAR ESTE LIBRO AMBIENTADO HISTÓRICAMENTE EN EL FUNCIONAMIENTO DE UN PROSTÍBULO DEL SIGLO XIX
Este libro fue el fruto no buscado de una larga investigación histórica con motivo del centenario del 98. El objetivo estaba dirigido a una de las instituciones menos conocidas, la Policía del siglo XIX. La suerte de encontrar mucha documentación sobre los años comprendidos entre 1893 y 1900 y en ellos hizo que el autor Martín Turrado Vidal centrara en ella su trabajo que fue publicado bajo el título de “Policía y delincuencia a finales del siglo XIX” por la editorial Dykinson.
Así fue como se topó con un mundo cerrado y complejo, el de la prostitución. En el gobierno civil de Madrid existía una sección de Higiene en el trabajo que se dedicaba a controlarlo, porque era completamente legal. Presentaba varias vertientes que tenían muy poco que ver entre ellas: por un lado estaba todo lo relacionado con el ejercicio de la prostitución en sus variantes de legales y clandestinas, según que la prostituta tuviera o no licencia para ejercer la actividad.
Por otro, al mover mucho dinero en efectivo (la documentación que se manejó versaba sobre un prostíbulo de lujo) era, de acuerdo con el título de uno de los capítulos, como un panal de rica miel al que acudían moscas de todas partes a chupar. Se le ha dedicado una especial atención a la delincuencia relacionada con ellos.
En frente tenían, muy frecuentemente, a la administración, que actuaba con cierto desparpajo en este asunto a través de la Sección de Higiene en el trabajo. Las prostitutas fueron las primeras trabajadoras obligadas a pasar controles médicos, también a obtener la célebre cartilla amarilla que les permitía ejercer su actividad con licencia.
De muchas maneras entraban en juego una serie de tasas, que muchas veces se imponían de forma arbitraria, lo que dio incluso pie para que las chicas de vida alegre se manifestaran en plena Plaza de España de Madrid para protestar. Las que no tenían licencia, las clandestinas, sufrían aún mayores arbitrariedades por parte de esta Sección. Un instrumento que permitía coaccionarlas a todas, con independencia que fueran legales o clandestinas, era la famosa “quincena”. Alguien podía ser detenido y el gobernador civil podía imponerle una sanción de quince días en la cárcel en el caso de que fuera sorprendido blasfemando según la Ley Provincial. Las chicas eran detenidas y sancionadas; esperadas a las puertas de la cárcel, cuando eran puestas en libertad y se repetía el ciclo indefinidamente. Se hizo famoso en Madrid el dicho que eran las prostitutas quienes más blasfemaban…
La forma de resucitar ese mundo fue hacerlo girar en torno a la figura de un ama muy enérgica de la que se conservan muchos datos, que se llamaba Pilar Martínez. De cómo inició sus actividades como ama, cómo se relacionaba con tratantes, chulos, macarras y otros personajes ligados al prostíbulo y también a los delincuentes que zumbaban alrededor de él y con la administración.
El resultado ha sido una narración que se va desenvolviendo por capítulos desde el inicio del prostíbulo hasta la muerte de su protagonista que sucedió en 1903.
Este año se acaba de reeditar para hacer varias presentaciones, pero que por causa del coronavirus han tenido que ser suspendidas.