POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE CRONISTA OFICIAL DE LA ENTIDAD LOCAL MENOR DE GUADAJIRA (BADAJOZ)
A la memoria de Lázaro Barrantes.
Siempre nos sentiremos agradecidos por
tus desvelos y aportaciones al pueblo de Guadajira.
Casi todos los testimonios de nuestros colonos, independientemente de su lugar de origen y ubicación actual, coinciden en señalar las difíciles circunstancias que acompañaron la llegada a su nuevo destino. Mis abuelos maternos, de origen granadino, tomarían la decisión de malvender sus propiedades para trasladarse con sus ocho hijos hasta la llamada “tierra prometida” como venimos llamando a las tierras que en su día otorgó el Instituto Nacional de Colonización. Hasta conseguir vivienda y parcela en Guadajira pasarían primero por localidades como Puebla de la Calzada, finca de Perales o la vecina Lobón (Badajoz) (fig. 1). Complicada situación la de estas familias numerosas que, llevados por la necesidad, buscan trabajo como braceros a cambio de un jornal que hoy nos resulta mísero.
Durante estos años surgen los nuevos poblados de colonización y hay que estar atentos a cualquier posibilidad de conseguir el tan ansiado lote de casa y tierra, que para estos nuevos colonos constituye la base sobre la que comenzar una nueva vida. Por aquel entonces la palabra electricidad tenía tintes de prosperidad, de evolución y de ese paso adelante hacia una vida mejor con aquellas comodidades, que la “vida moderna”, vaticinaba en las páginas de la prensa nacional y regional. Hasta ver realizado este proceso la vida cotidiana, de estos primeros núcleos familiares recién instalados, giraba en torno a las horas de luz solar que había que aprovechar al máximo para desarrollar el mayor número de tareas en la casa. La oscuridad de la noche engullía cualquier atisbo de calles que, además, estaban aún por asfaltar convirtiéndose en los inviernos lluviosos en un auténtico barrizal. El interior del pequeño comedor estaba presidido por la mesa camilla sobre la que descansaba el candil de hierro o la tan socorrida vela. La noche, a falta del aparato de radio, transcurría con la narración de historias o cuentos inventados con los que entretener a los más pequeños.
La tan ansiada llegada de la luz eléctrica hasta Guadajira se produce en los inicios de la década de los años 60. Como un interminable vía crucis de palos en forma de “T”, untados de creosota, se alineaban surcando el paisaje. Los brazos sostienen las jícaras de cristal verdoso como aislante eléctrico de los interminables metros de cableado. A este primer momento, que me devuelve a la niñez, se corresponde la primera de las farolas instalada en la esquina de la calle San José. El soporte, un tubo de hierro, curvado en su extremo en forma de caracol, portaba la tradicional bombilla de cristal trasparente, de escasa potencia, proporcionando una tenue y pobre iluminación a fachadas y esquinas (fig. 2). La bombilla estaba guarnecida bajo un platillo de chapa esmaltado en blanco que se balanceaba en los días de viento. En las noches de verano, los vecinos de San José y La Luna, se sentaban al fresco mientras los niños jugábamos bajo esa farola, en la que casi siempre revoloteaba en círculos algún escarabajo.
Una nueva fase de ampliación trajo consigo la construcción de nuevas calles y manzanas de viviendas e incluso dos nuevas escuelas [1]. En esta década de los años 70 accedimos a una de estas nuevas casas en la c/La Orden, mucho más espaciosa que la que ocupamos en la c/ La Luna. Estas calles y viviendas, de reciente construcción, fueron dotadas con otro tipo de farola semejante a un farol acristalado y de formato cuadrado, con tapa de hierro pintada en negro (fig. 3). Un modelo, por otra parte característico de varios de los pueblos de colonización de la provincia de Badajoz, que recientemente hemos visitado: Docenario, Palazuelo, Gévora, San Francisco de Olivenza, Torrefresneda, Valdebotoa, etc, etc.
En los inicios de los años 80, más concretamente en 1982, inaugurábamos la plaza de España -actualmente es la plaza de San José- junto a la casa consistorial. El centro de la plaza estaba presidido por una farola, hoy desaparecida, con tres brazos y tulipas de aluminio y cristal. Farolas con idéntico formato serían instaladas en la totalidad de calles de la localidad. La longitud del brazo y la altura en la sujeción a la pared ampliarán considerablemente el área de iluminación, con bombillas de mayor potencia, que en unos casos ofrecían una tonalidad más anaranjada, y en otros más azulada (fig.4).
El estado ruinoso del antiguo colegio, situado frente a la iglesia de San José Obrero, en la calle Ntra. Sra. De Guadalupe llevaría a su cierre y posterior demolición en 1992. En el mismo solar serán edificadas otra serie de nuevas viviendas unifamiliares con otro sistema de farola metálica y tulipa esférica de plástico blanco (fig. 5). Modelo que se repite en la iluminación del llamado “parque verde”, espacio ajardinado situado junto a la casa consistorial, y también en el C.E.I.P. “San José” cuya construcción data de los años 1993/94.
Recientemente, en concreto el pasado mes de abril, el alumbrado público de Guadajira ha vuelto a sufrir una renovación mediante la instalación de nuevas farolas Led. En realidad esta novedosa lámpara, que adopta una forma cuadrangular y plana, ha sido ajustada utilizando los brazos de las antiguas farolas ya instaladas, por lo que ha sido un proceso relativamente rápido (fig. 6). Nuevos matices en tiempos de obligado confinamiento que sin duda cambian la fisonomía de cada uno de nuestros rincones y espacios públicos. Tonalidades reflejadas en los viejos tapiales encalados que, pese al tiempo y las innovaciones, atesoran el recuerdo de juegos infantiles, secretos y sueños.
NOTA:
[1] C/Las Palomas, c/La Orden, c/Bellavista, ampliación c/Las Mercedes, ampliación c/Larga y ampliación c/Ronda Este. Dichas escuelas, situadas en la c/Las Mercedes en la actualidad destinadas a Centro de Salud y sede de la Asociación de Mujeres de Guadajira y biblioteca municipal.