POR ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA
En estos días en los que la sociedad se hace tan plural, y se mezclan razas, culturas (inculturas también) y costumbres, se corre el peligro de que por esa mezcolanza se puedan alterar las esencias de los saberes autóctonos. No es algo que ocurre de un día para otro, ni de un año al siguiente, pero sí que lentamente la disgregación se va produciendo, y en aras de algunas perspectivas universalistas, puedan empezar a diluirse los esenciales fundamentos de una sociedad, o los pilares de alguna cultura antigua.
Hace poco hablábamos algunos amigos de la importancia de mantener la Toponimia Local de nuestros pueblos de Guadalajara, y poner en papel, y archivar para siempre, sobre mapas y en bases de datos consistentes, los nombres que los antiguos daban a los espacios en que vivían. En cada pueblo, en cada valle, en cada comarca, las gentes que allí vivían daban nombres a los accidentes geográficos por los que a menudo pasaban. Era algo entrañable, pero, sobre todo, cómodo y muy útil, porque señalando en un camino unos pocos nombres se estaba dando indicación precisa del lugar al que uno se estaba refiriendo. Conocí el otro día a Juan Ramón Muñoz, un geógrafo aficionado de Robledo de Corpes, quien lleva años haciendo minuciosos planos de algunos municipios serranos, y con la ayuda y saber de “los más viejos del lugar” va poniendo sobre el plano los nombres con que se conocían los lugares: la toponimia menor, algo que debería también ser protegido por algún nombramiento, o recibir alguna ayuda para realizarla con visos de permanencia.
Pero lo mismo ocurre con los elementos del patrimonio cultural de nuestra provincia. Es un campo amplio en el que se abarcan muchas cosas: edificios (nobles y comunitarios, o simples y particulares), fiestas y costumbres, cantos y bailes. Aún memoria de aconteceres en determinados lugares: una batalla, un encuentro, el paso de alguien. Y todos esos elementos deben ser recogidos de alguna manera.
La tarea que los cronistas locales hacen es muy meritoria, porque se refiere a estas cuestiones. Así se rebuscan datos en los viejos documentos de parroquias y ayuntamientos. Se leen periódicos antiguos, o se sonsaca la memoria hablada de quienes –ya muy viejos– los vivieron. Se hacen fotografías, o se coleccionan, se identifican, se clasifican. En la provincia de Guadalajara hay una treintena de personas que con su nombramiento oficial de Cronistas Locales, están haciendo esta tarea a diario. Y además se preocupan de promocionar fiestas y encuentros, rememorando fechas, aniversarios y circunstancias.
De todos ellos, se están publicando continuamente libros. En lo que va de año, son más de tres docenas los libros que se han publicado (casi todos en AACHE, la editorial de Guadalajara por excelencia). Y en ellos se vierte el saber de esos cronistas, la memoria recogida en sus investigaciones. Y, sobre todo, la llamada que desde ellos hacen para que –una vez leídos– sean asumida por la comunidad esa obligada salvaguarda de las raíces que han encontrado.
Por poner algunos, pocos, ejemplos de ello: Ángel Mejía ha estudiado en el verano de 2024 la historia del Puente Árabe de Guadalajara, o Cristina Jiménez Balbuena ha investigado y definido el “Paisaje Sagrado de Santamera”. El profesor Juan Antonio García Sánchez ha culminado una larga investigación sobre el “Campo X” que viene a ser la historia pormenorizada de Azuqueca de Henares durante la Guerra Civil Española, y el aeródromo que la República puso en su término,
mientras que Juan Antonio Nuevo ha montado la relación exhaustiva de todo lo contevido durante los periodos de Desamortización del siglo XIX en Tendilla. También sobre Tendilla Víctor Vázquez Aybar ha elaborado otro enorme volumen con historias y detalles de esta villa alcarreña, o Ángel Sanz Megino ha construido un libro sobre Peralejos de las Truchas, con muchas anécdotas de guerras y batallas.
Esta conjunción se ha ido trabando a lo largo de los últimos años, y es precisamente la editorial AACHE la que ha conseguido publicar 850 títulos diferentes sobre estas temáticas, rescatando así la memoria histórica y los elementos del patrimonio cultural de Guadalajara, sin un desmayo en los últimos 38 años. Empresas así, que no salen en ningún programa de televisión, ni en reportajes periodísticos, pero que trabajan sin descanso día tras día, son en las que todos confiamos plenamente. Porque vienen a reforzar nuestra identidad –autores, historiadores, recopiladores y editores– en una tarea que solo busca afianzar nuestra común raíz, nuestras esencias.