POR JOSÉ LUIS CHICHARRO CHAMORRO, CRONISTA OFICIAL DE BAEZA
En el XX aniversario de la declaración de Úbeda y Baeza como Ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Han pasado ya veinte años desde que la Asamblea de la UNESCO, reunida en París el tres de julio de 2003, incluyera los conjuntos renacentistas de nuestras ciudades en la lista de Patrimonio Mundial. Hasta llegar a ese momento anhelado por todos hubo un largo proceso de trabajo que en diversas etapas y circunstancias implicó a muchas personas y administraciones. Actividades inspiradas siempre por la ilusionante idea de alcanzar la meta, pues todas y cada una de las personas que participamos, de una u otra manera, confiábamos en la grandeza de nuestro patrimonio aquilatado. Sin embargo, lo que se resuelve en una sesión solemne del organismo internacional tiene que estar sostenido en un documento riguroso que explicite los valores que se quieren declarar y con un apoyo decidido del país de origen y por supuesto de la comunidad internacional. Si eso no es así es imposible conseguirlo a pesar de la gran valía de los bienes culturales que se propongan. Y esto es lo que nos ocurrió en 1989 la primera vez. La candidatura de Úbeda y Baeza fue rechazada y constituyó un gran inconveniente. De hecho fue una losa pesadísima de levantar porque no se había dado, según parece en la UNESCO, caso parecido. Las circunstancias de que el Director General de la UNESCO en 1993, fuera el español Federico Mayor Zaragoza, favorecieron la estrategia de los alcaldes entonces de Úbeda y Baeza, Juan José Pérez Padilla y Eusebio Ortega Molina para conseguir que se retomara el asunto, en una visita a aquel en París, acompañados del presidente de la Diputación y del consejero de Cultura. La visita de Françoise Descamps El apoyo del profesor Mayor Zaragoza se evidenció con el nombramiento de la arquitecta belga y consultora Françoise Descamps, a la que encomendó que hiciera un informe exhaustivo
para ver si de verdad ambas ciudades tenían la entidad suficiente para conseguir, en su momento, su inclusión en el selecto club de Patrimonio Mundial. Es decir, la visita de esta especialista era fundamental, fue realmente esencial para poder iniciar los trámites del complejo expediente. Por lo tanto el anuncio de la presencia de la evaluadora en las ciudades de la Loma, para los días 3 al 9 de mayo de 1994 supuso un proceso de trabajo intenso. Se quería a toda costa que saliera bien pues de no ser así las expectativas se cerrarían para siempre. En ese momento se implicó a los arquitectos municipales, Escuelas Taller, dirigidas por Jesús Martín Clabo y por Marcelino Sánchez Ruiz, gestores culturales como Filomena Garrido en Baeza o distintos profesionales entre los que me encontraba yo. Recuerdo la entrevista con el alcalde de Baeza en la que me invitó a participar en esos días y en la que me pidió de manera clara que no me separara de la Sra. Descamps mientras estuviera en nuestra ciudad, cosa que llevé a cabo a rajatabla. Y después a lo largo del tiempo hice lo mismo con otros evaluadores y visitantes ilustres de ICOMOS (Consejo Internacional de Museos y Sitios), organismo no gubernamental asesor de la UNESCO.
El resultado de aquellas jornadas de trabajo fue positivo y la arquitecta emitió un informe, fechado en Bruselas el 18 de mayo de 1994, en el que afirmaba la importancia del patrimonio visitado. En concreto en las conclusiones anotaba: “El contexto natural e histórico, la permanencia y recuperación de actividades tradicionales, debería permitir reconsiderar la demanda de inscripción sobre la lista de Patrimonio Mundial”. Ella vio con claridad que tenían valores universales y excepcionales, elementos esenciales para poder optar al reconocimiento.
Este informe abrió de nuevo la ansiada puerta y se empezó a trabajar en el expediente, comandado por la propia Descamps, hasta 1996. Se crearon diversos grupos de trabajo como el de reflexión, de ejecución , y local, con reuniones intensas con profesionales diversos como los arquitectos municipales, archiveros, historiadores del arte, historiadores como María Dolores Higueras o yo mismo y otros muchos, con el levantamiento planimétrico de las ciudades y los edificios, elaborando tipologías de estos, etc.
La fase decisiva.
Las diversas administraciones estuvieron presentes en el proceso de elaboración del documento, especialmente los Ayuntamientos y la Consejería de Cultura, la Diputación apoyando siempre y la estatal a través del Ministerio de Cultura, en la fase final y decisiva. Los alcaldes de este periodo fueron, en Úbeda, Juan José Pérez, Marcelino Sánchez y Juan Pizarro y en Baeza,
Eusebio Ortega y al final, Javier Calvente.
Hubo cambios en la administración cultural con el nombramiento de Marcelino Sánchez Ruiz como Director General y se encargó la dirección del nuevo documento a la arquitecta ubetense, Rufina Fernández Ruiz, que planteó un trabajo excepcional e impecable con utilización de los avances efectuados en los trabajos previos y consiguiendo una presentación final excelente y que fue la que se evaluó y cuyos resultados felizmente todos conocemos. Se contó con numerosos especialistas que escribieron informes de justificación de los valores que se querían acreditar, asimismo se adjuntó un informe diagnóstico-urbanístico y otro socioeconómico. Igualmente, se agregó el inventario de edificios singulares de Úbeda y Baeza, y un programa de gestión patrimonial, todo eso con imágenes de calidad y múltiples adhesiones recibidas.
Consejo Asesor
Se decidió crear un Consejo Asesor formado por ocho personas, cuatro por ciudad. Por Úbeda: Aurelio Valladares Reguero, Joaquín Montes Bardo, Ramón Beltrán Almazán y Rafael Bellón Zurita y por Baeza: Jesús Martín Clabo, Catalina Raya Cabrera, Francisco Ruiz Juan y el que ésto escribe. Se constituyó el primero de abril de 1998 y tenía como misión asesorar en materia cultural y para potenciar la concienciación ciudadana. Se llevaron a cabo diversos actos interesantes. Por ejemplo, promovimos el Hermanamiento de las dos ciudades, que se llevó a cabo
en actos solemnes públicos el 12 de junio de 1998, con la aprobación unánime de ambas corporaciones y se recordó el precedente de unión de ambos concejos, firmado el 13 de noviembre de 1319, con motivo de defensa. Recuerdo el discurso de la entonces Consejera de Cultura, Carmen Calvo, muy brillante y aplaudido.
Se consiguieron numerosísimas adhesiones a la candidatura, tanto de particulares como de autoridades y se promovieron actos de públicos. Recuerdo con especial cariño la mesa redonda que se celebró en el salón de actos de la UNIA, el 1 de febrero del 2000. Fue masiva y allí se habló por parte de especialistas de los grandes valores intangibles de la candidatura, como los archivos, la literatura, el humanismo, la música… El ambiente era magnífico, con una conexión entre los asistentes muy bueno.
La Casa de Úbeda en Madrid nos reconoció públicamente y nos otorgó su premio el dieciocho de diciembre de 1999.
Otros evaluadores .
Recuerdo otras visitas de evaluadores para ICOMOS, en especial al arquitecto francés, afincado en Lyon, Didier Repellin. Era en ese momento arquitecto jefe de monumentos históricos e inspector general. La visita la hizo en febrero del 2000 y fue muy intensa. Lo quiso ver todo, lo estudió detenidamente todo, era un gran observador… Era una visita de trabajo, de verdad. Como anécdota simpática comentar que en un momento determinado quiso ver la parte Norte de la ciudad y no disponíamos de mucho tiempo y él con buenas piernas, con elementos físicos de mediana edad de un francés, nos hizo emprender un paso largo que tuvimos que dejar rezagadas a parte de la
comitiva que había acudido a saludarlo, entre ellas las delegadas del gobierno y Cultura de la Junta de Andalucía. Por un momento me recordaba una escena de la simpática comedia francesa.
El último evaluador oficial antes de la declaración, fue Michael Poltge, en el verano de 2002. Más serio y comedido, venía a comprobar algunos aspectos porque ya estaba todo bastante avanzado. Aparte, entre otros, del mexicano, Francisco López Morales, que vino invitado por la candidatura, para afianzar los puntos fuertes y detectar los más débiles y cuya intervención en la asamblea del tres de julio, en donde se decidió el asunto, fue fundamental.
La candidatura fue retirada en el 2000 porque estratégicamente convenía pues no se nos puede olvidar que la UNESCO es un organismo internacional y por lo tanto sujeto a negociaciones de relaciones exteriores y había que buscar la idoneidad del momento, sobre todo porque iba a ir con otras propuestas españolas que le harían competencia. La candidatura contaba además con la losa -que así puede llamarse- de que nuestro país ya poseía 37 declaraciones y era el Estado con más número de reconocimientos. Quiero recordar aquí al entonces joven Luis Lafuente Batanero, Subdirector general de Protección del Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura que se implicó bastante en el tema así como Juan Manuel Becerra García, Jefe del Servicio homónimo de la Consejería de Cultura.
Espacios y valores
Debemos recordar los espacios urbanísticos reconocidos por la Declaración: fueron en Úbeda: la plaza Vázquez de Molina y una amplia zona de protección o zona tampón intramuros del recinto amurallado: Palacio Vázquez de Molina, Santa María de los Reales Alcázares, El Salvador, el actual Parador…. Y en Baeza: el eje Plaza de Santa María a la antigua Universidad: Catedral, Casas Consistoriales, Seminario, Jabalquinto, Santa Cruz, Universidad (Instituto Santísima Trinidad) , más su zona de respeto denominada en los documentos, tampón, intramuros del recinto
amurallado.
Entre los los valores universales, se han apuntado dos excepcionales y originales: uno, saber incorporar al clasicismo las raíces propias de su herencia cultural: mestizaje de culturas medieval islámica y cristiana. El segundo: el posterior trasvase cultural al resto de España y muy especialmente a Iberoamérica. Vemos a Vandelvira y su renacimiento en las catedrales de México DF o de Puebla, eso es evidente. Otros valores que se destacaron son: la lección universal del urbanismo renacentista con la configuración de espacios tan notables como la Plaza Vázquez de
Molina, la configuración en nuestras poblaciones de un taller de cantería universal, gracias a la calidad de ésta y al gran número de profesionales. La figura del arquitecto Andrés de Vandelvira emerge con nitidez pues en su obra muestra la tradición y a la vez la innovación. Otro elemento a resaltar es que la arquitectura renacentista en Úbeda y Baeza es original y señala una completa secuencia a lo largo del tiempo. La excepcionalidad del discurso iconográfico renacentista en las dos ciudades que podemos ver en las cariátides, telamones, tondos y relieves en general donde
aparecen figuras clásicas como Medea, Hércules, o dioses del Olimpo, que nos hablan de la conexión evidente del mundo greco-romano. Otros valores singulares que se destacaron en el expediente son: la influencia urbana y arquitectónica en nuestro entorno así como el modelo de innovación humanista de la Universidad española a partir de la Universidad de Baeza. Otros elementos destacados fueron: el modelo de lucha por la democratización municipal y de integración cultural en la baja edad media. Han sido ciudades que han inspirado lo literario y tienen
huellas de personajes universales como San Juan de la Cruz o Juan Huarte de San Juan. Se resaltó el valor historiográfico de los archivos históricos municipales así como el conjunto de estudios realizados sobre las dos ciudades.
Un hito especial y decisivo para la conservación, promoción y extensión en el ámbito educativo ha sido la incorporación en 2014 al grupo “Ciudades Patrimonio de la Humanidad España/UNESCO” que reúne a los ayuntamientos de las quince ciudades españolas cuyos cascos históricos han sido reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Mundial, siendo alcaldes José Robles y Leocadio Marín. El proceso de entrada fue complicado y dilatado en el tiempo pues la candidatura de Úbeda y Baeza fue conjunta y no a título individual lo que provocó ciertas
distorsiones pues es el único caso dual del conjunto de estas quince poblaciones. Se han conseguido
muchos logros en proyectos conjuntos que de otra manera hubiera sido imposible para nuestras
ciudades.
Quizás el eje esencial sobre el que todo pivotó es que nuestras ciudades han constituido y constituyen un entorno cultural vivo. Es decir, su población, el conjunto de sus ciudadanos y ciudadanas viven y han vivido de manera ininterrumpida a lo largo de siglos siendo conscientes de la trascendencia y esencia patrimonial de su ciudad. El devenir de las gentes, de nosotros, está asociado en gran medida a la evolución de nuestro solar. Por eso los baezanos y ubetenses arropamos gustosos nuestros emblemas universales y además nos orgullecen.
FUENTE: EL CRONISTA