POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Vivió Covadonga ´eclipses´ vitales de todo tipo, con oscuros tiempos en los que sus horizontes parecían languidecer entre el Auseva y Priena, pero llevaba dentro de sí misma una semilla que resistió los siglos de silencio y abandono, la misma que en las conciencias atentas a su historia hizo que no pereciese la vida latente que portaba para que -en el futuro- brotase un sentimiento colectivo que fue contraste, estímulo y promesa.
El fecundo resurgir de Covadonga no ha sido una creación de la nada, porque nunca desapareció de la conciencia ni de la vivencia popular asturiana, ya que en cada época y en cada rincón se mantuvo vigente, como un rescoldo que acabó generando una llama para orientarse entre la niebla y la oscuridad.
Veamos ahora (tras tantos meses de silencio obligado, entre obras interminables y el covid-19) si resurge más clarividente y enriquecedora, liberada por fin de los coches que la atenazaban desde hace un siglo y que casi la estrangulaban hasta las mismas puertas de la Basílica de Santa María la Real.
La nueva imagen que se percibe al llegar a la parte alta y principal del santuario, ofrece un entorno mucho más agradable -estéticamente hablando- donde la sensación visual de amplitud se conjuga con el silencio que se percibe entre el espacio de prioridad peatonal y las zonas verdes que le arropan.
Los visitantes que accedan desde ahora a este milenario lugar se sentirán como actores principales en su movilidad, y ya nunca más como espectadores de un espacio que -al servicio de los coches- se había degradado muy seriamente desde hace muchas décadas.
Conseguir espacios diáfanos como éste -en el lugar más querido y emblemático del Principado de Asturias- encontró resistencias durante demasiado tiempo, sencillamente por falta del entusiasmo e interés que se suponen en quienes deberían haberlo propiciado, sin que la desaparición de esta zona de aparcamientos por otra similar -cercana, pero sin la ´contaminación visual´ que propiciaba la anterior- provoque ningún contratiempo para el visitante.
Sólo falta que los tres millones de euros invertidos por el Gobierno Asturiano hace más de trece años en la finca de Les Llanes -en El Repelao, a los pies del Real Sitio- no sigan siendo una inversión envuelta en el abandono, la dejadez y el pasotismo.
El definitivo plan de accesos a Covadonga sigue en espera, no se sabe de qué ni hasta cuándo.
De momento, celebremos el final feliz de la remodelación de la explanada y de la vía sacra, en cuyas obras se emplearon ocho interminables meses.
Mientras, Covadonga seguirá siendo la raíz, cuna y corazón de Asturias, porque en ella se funden el espíritu y la materia, la naturaleza y la cultura, la fe y la historia, dando sentido a nuestra propia conciencia regional.