POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (CANARIAS)
Con la demolición del almacén de empaquetado de Bonny en la Montañeta, para destinar el solar a la construcción de un supermercado, desaparece uno de los más importantes vestigios de la actividad agroindustial del tomate que proporcionó a los habitantes del municipio de Ingenio una etapa de prosperidad en los difíciles años de la posguerra
El trabajo en los almacenes de tomate favoreció la incorporación de la mujer al mercado laboral. Apartado, clasificación y empaquetado estaban reservados exclusivamente al mundo femenino
ANTECEDENTES
En los últimos años, como consecuencia de la decadencia del mercado del tomate, cambios en los sistemas productivos y modernización de la maquinaria industrial, los vetustos “almacenes”, ubicados en la periferia de las zonas urbanas (Ingenio, Carrizal y Majoreras-Puntillas) han dejado de tener utilidad, cayendo unos, bajo la piqueta de la demolición para convertirse en comercios, viviendas, fábricas o mercados y otros reutilizados para distintos fines. No eran los almacenes especialmente vistosos en el plano arquitectónico, pero cumplieron una labor económica y social en una época de carencias. Al igual que ha ocurrido con los primitivos molinos hidráulicos y de viento, cada vez que desaparece un “almacén de tomates” es como si amputaran un miembro al rico legado histórico y etnográfico del municipio de Ingenio.
Después del auge que representó el cultivo de la caña y la industria azucarera durante el siglo XVI, en etapas posteriores, a lo largo de las centurias, los vecinos de Ingenio se dedicaron especialmente a la actividad agropecuaria en unidades de producción familiar que con el tiempo pasaron a denominarse “labranzas”, diseminadas a lo largo y ancho de las zonas de regadío en un ingrato trabajo sin limitación de jornada, bajo la voluntad de instituciones y potentados propietarios, en régimen de arrendamiento o cultivadores a la parte de tierras y agua de los heredamientos para el riego, o bien, sujetos al capricho de la naturaleza en el régimen de lluvias en los cultivos de secano, mientras que una pequeña parte de la población se dedicaba a labores artesanales y una minoría eran asalariados. La precariedad de estos trabajos hace que la población quede estabilizada e incluso disminuya avanzado el siglo XIX en un vecindario machacado por hambrunas, epidemias y plagas, buscando una mejoría en sus vidas a través de la migración interior hacia zonas más favorecidas de la Isla o la terrible diáspora exterior hacia América. La implantación de los cultivos de exportación a finales del siglo XIX, preferentemente el tomate, va a representar para la depauperada economía ingeniense una etapa de cierta prosperidad con el consiguiente aumento de la población con una nueva fuente de ingresos para las familias, aunque sujetos a míseros sueldos, prolongadas jornadas laborales y nula protección social, sujetos a la voluntad de los grandes propietarios y exportadores.
EL CULTIVO DEL TOMATE Y EL CAMBIO SOCIAL
Por su configuración geográfica, no fue el municipio de Ingenio especialmente favorecido en sus zonas de cultivo por su corta franja costera, mientras que en las zonas medias y altas se seguía con las labores tradicionales de productos hortofrutícolas, preferentemente millo y papas en terrenos bajo riego, y cereales (trigo y cebada) y legumbres en el secano. En cambio, por su situación, fue lugar idóneo, escogido por los principales exportadores para establecer sus almacenes de clasificación y empaquetado para la exportación e instalaciones anexas como talleres y fábricas, así como la apertura de innumerables pozos con el fin de extraer aguas subterráneas para el riego. Hasta los almacenes de Ingenio llegaban los camiones cargados de cajas de tomates procedentes de los cultivos de las zonas costeras de Santa Lucía, San Bartolomé de Tirajana y Mogán.
El mundo del tomate alcanza su máximo esplendor por la mitad del siglo pasado, entrando en decadencia a partir de la década de 1970. Muchas familias cambiaron sus trabajos en las labranzas, estableciéndose en las distintas zonas de cultivo a través de contratos de aparcería, malviviendo en míseras “cuarterías”, trabajando en duras jornadas todos los componentes de la familia pero con la recompensa de llevar a casa una buena cantidad de dinero al final de la zafra. Otros en cambio especialmente los más jóvenes optaron por el trabajo a jornal en los almacenes cercanos a sus casas, en pesadas jornadas que muchos días se prolongaban hasta altas horas de la madrugada. Antes de las ocho de la mañana grupos de mujeres de “bracillo” bajaban desde Los Molinillos y El Sequero hasta los almacenes situados en la parte baja del casco y desde Carrizal hacia su extremo o a Las Puntillas y Majoreras más alejadas. Los almacenes y la “fábrica de viruta”, representaron una de las pocas salidas laborales cuando los niños terminaban su etapa escolar. La zafra comenzaba en otoño con el “tomate temprano” y terminaba por el mes de mayo.
ALMACENES
Reseñamos los almacenes que se crearon en Ingenio que ya forman parte de su historia y que fueron conocidos por el nombre o apellidos de sus dueños, la mayoría con residencia fuera de la localidad. Constaban de una o varias naves de base rectangular con una superficie entre los 500 y 1.000 metros con techo a dos aguas con planchas de zinc. Casi todos los frontis obedecían a la misma línea arquitectónica.
Bonny.- Juliano Bonny Gómez fue el más reconocido y carismático exportador de cuantos se establecieron en Ingenio. La mayoría de la mano de obra dedicada al tomate estaba a su servicio. Dispuso de dos almacenes; el más antiguo situado en el barrio de Las Majoreras y uno de los primeros en esta actividad creado por la empresa inglesa Fyffes; mantiene cierta actividad empresarial y se conserva en buenas condiciones. El segundo, situado en el barrio de la Montañeta fue construido por la mitad del siglo pasado sobre un solar donde se encontraba el único campo de fútbol del casco de Ingenio. Ha sido demolido recientemente y en su lugar se está construyendo un edificio destinado al comercio. Además del almacén disponía de talleres de reparación y depósitos y la reconocida “fábrica de la viruta” donde se elaboraban cajas y seretos, en el paraje del Cardonal en Telde, además de varios pozos.
Benítez.- Ubicado en el paraje de Capellanía en la carretera que desde Ingenio conduce a Agüimes. Fue su promotor y creador el exportador teldense Antonio Benítez Galindo y luego sus hijos, los hermanos Rodríguez Calixto. En plena crisis empresarial cambió de dueño, estando en la actualidad sus distintas naves remodeladas, siendo sedes de empresas industriales y comerciales, así como el depósito municipal. Con anterioridad Benítez Galindo empaquetó en un almacén en el paraje de Los Moriscos.
Verdugo.- Gestionada por José Verdugo Acedo, se localiza en la carretera Ingenio Carrizal. Una vez cesada su actividad fue traspasado. En la actualidad la parte que aún queda en pie se ha convertido en depósito y oficinas de una empresa de bebidas refrescantes; otra parte fue demolida y construido en su solar un grupo de viviendas; quedando una parte del solar restante vacío.
Cárdenes.- Así se conoce al almacén que fue propiedad de Manuel Cárdenes Déniz, la menor de las tres empresas ubicadas en el casco de Ingenio en la carretera que baja a Carrizal. Conserva su fisonomía, si bien difuminada por la trama urbana y es sede una empresa.
CIEL.- Obedece estas siglas a “Compañía Importadora Exportadora Limitada”. Estaba situado en la carretera Telde-Ingenio a la entrada del pueblo. Fue de los primeros en cesar en su actividad de empaquetado, permaneciendo mucho tiempo como depósito. Conserva su fisonomía exterior, estando dedicado en la actualidad a gimnasio.
Pilcher.- Fue el británico Leonard H. Pilcher su fundador. Es la empresa paradigmática de Carrizal, hallándose situado el grupo de naves que componía la entidad en la carretera Carrizal-Ingenio (calle República Argentina). Muchos carrizaleros estuvieron vinculados laboralmente a esta Empresa de manera directa e indirecta. En la década de 1970 fue traspasada a un grupo empresarial canario. Se conserva en parte, mientras que en resto del solar se construyó un grupo de viviendas.
Don Moisés.- A pocos metros del anterior, de menor entidad. Fue gestionada por el empresario Moisés Rodríguez González que además poseía pozos en la zona. Un edificio ha sustituido al viejo almacén.
Los Betancores.- Propiedad de “Hijos de Diego Betancor” con empresas en otros lugares de la Isla, se localiza junto al Cine Morales de Carrizal. Algunas de sus trabajadoras carrizaleras marcharon a Alicante para labores de enseñanza en la expansión de la Empresa. Conserva sus instalaciones.
D. Diego Ojeda.- Situada en el barrio de Las Puntillas, junto al primitivo camino que conducía a Gando. También poseía tierras y pozos en la zona. Su construcción que cambió de dueño se conserva.
López Valerón.- Ubicado este almacén en el alto del barrio de Las Majoreras. Su propietario el teldense José López Valerón fue dueño de terrenos y pozos en la zona.
GS DUMM (Mister Dam).- Pionero junto a Fyffes Ltd. del empaquetado de tomates en Carrizal a principios del siglo XX en un improvisado almacén que ocupaba un patio techado y piso bajo en la Plaza de Carrizal.
EDIFICIOS DE MENOR ENTIDAD PROPIEDAD DE MODESTOS EXPORTADORES LOCALES DESTINADOS A EMPAQUETADO DE TOMATES
En la relación de almacenes desaparecidos, no podemos olvidarnos de otros de menor entidad, la mayoría de propietarios de la localidad, con limitaciones de tierras y agua, con un cupo bajo de exportación, sujetos al vaivén de los mercados y a dificultades extremas de financiación, muchos de los cuales se vieron abocadas a la desaparición. La mayoría de estos almacenes formaban parte de edificios con construcciones anexas fuera de la estampa de las grandes naves. Fueron los casos de Benigno Bravo de Laguna con su almacén en los aledaños de la carretera Ingenio Carrizal, Justino Pérez Ramírez (Don Justino); Juan Espino Gil en el Herrador; José Sánchez González en la Plaza de Nuestra Señora de Candelaria, Juan Silva Cruz en la calle Pascual Richart del casco, Rafael Martel Rodríguez en los bajos de un edificio de su propiedad en El Toril, también destinado escuelas y vivienda de maestros en el alto, que hoy se conserva en buen estado; Pedro Valerón Machado en El Ejido de Carrizal y José Sánchez en La Plaza. Además de Román Valerón Martín y en época más reciente el teldense Américo Falcón Betancor en un pequeño almacén en las Majoreras, hoy desaparecido.
Fuente: Diario ‘La Provincia’. Las Palmas de Gran Canaria, 10 de septiembre de 2019.