RESCATE DEL OLVIDO AL JUEZ VISITADOR ALONSO VÁZQUEZ DE CISNEROS
Abr 07 2022

POR VICTOR GUERRERO CABANILLAS, CRONISTA OFICIAL DE  ESPARRAGOSA DE LARES (BADAJOZ).

Parque de Los Conquistadores en Villanueva de la Serena. / SOL GÓMEZ

El libro contiene, a la par que el relato de la conquista del Nuevo Reino de Granada, una serie de incisos y digresiones dedicados al análisis de los cuestionamientos más relevantes.

Es de justicia referirse a los extremeños en el Nuevo Reino de Granada (1527-1627) y a las Ordenanzas de indios del Oidor Visitador Alonso Vázquez de Cisneros. Ese es precisamente el título del último libro, producto de muchas horas de investigación y posterior pluma. No es otro que un relato histórico a propósito de la conquista y fundación del Nuevo Reino de Granada, la actual Colombia. Durante un largo tiempo los llamados conquistadores de las Indias fueron glorificados y mitificados como aventureros heroicos que sometieron, pacificaron, culturizaron y evangelizaron distintos territorios ultramarinos, hasta constituir un gran imperio ultramarino. Sin embargo, estos personajes arquetípicos están actualmente sometidos a un revisionismo crítico presentista.

Así lo manifestaba en su reciente obra Conquistadores, una historia diferente (2021), el prestigioso historiador americanista Fernando Cervantes, catedrático de la universidad inglesa de Bristol. Sostiene el ensayista mexicano que es absurdo tratar de entender la conquista como un genocidio sin paliativos, tal y como fue urdido por la leyenda negra antiespañola – la primera gran fake news de nuestra historia- Rechaza sin reparos ese discurso maniqueo y sectario de unos viles agresores, monstruos ávidos de sangre y de riquezas, que cometieron una masacre genocida. Ha salido así al paso de la pretensión absurda del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien ha pedido extemporáneamente a España que pida perdón por los acontecimientos de hace más de 500 años.

Debiera saber el gobernante mexicano que es a los Estados Unidos de América a quien debería reclamar López Obrador el perdón al pueblo mexicano por haberles desposeído, según el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), de los territorios de Arizona, California, Nueva México, Texas, Colorado, Nevada y Utah, algo más del 55,5% de sus tierras y riquezas. Sin embargo, cuando quieren explicar los orígenes de su subdesarrollo económico inmemorial invariablemente echan la culpa a España.

El verdadero genocidio en América, a lo largo del primer tercio del siglo XVI, fue el que detuvo Hernán Cortés al liberar numerosos pueblos indígenas mesoamericanos sometidos al imperialismo totalitario y antropófago de los aztecas. Hernán Cortés fue un libertador, más que un conquistador.

Que hubo acontecimientos terribles en el curso de la conquista y pacificación de las Indias es innegable. Pero fueron las enfermedades contagiosas transmitidas por los españoles la causante principal del colapso demográfico acaecido en los primeros tiempos de la invasión territorial y sometimiento de la población nativa.

Además de liberar, H. Cortés pobló sus territorios ultramarinos de universidades, hospitales públicos y catedrales. Dignificó al hombre y generalizó el uso de una lengua común. Y todo esto sucedió independientemente de que hubiera abusos y crímenes. No cabe juzgar con criterios actuales acontecimientos que tuvieron lugar hace ya más de cinco siglos.

Según ha manifestado el propio Enrique Moradiellos ese revisionismo presentista puede llevarnos a convertir la Historia en un cenagoso catálogo de maldades. En España no se ha enseñado nada bien los hechos de la conquista de América. Durante la dictadura de F. Franco fue tenida obstinadamente como una empresa gloriosa y heroica, descrita en términos hagiográficos y estereotipados. Tras la muerte de Franco, surgió una nueva corriente historiográfica crítica y denigratoria de las acciones de los llamados conquistadores.

El libro contiene, a la par que el relato de la conquista del Nuevo Reino de Granada, una serie de incisos y digresiones dedicados al análisis de los cuestionamientos más relevantes. A saber, las vicisitudes de la conquista armada que culminaron con la fundación de Santafé de Bogotá, la evangelización y aculturación, el canibalismo. Así como los sacrificios humanos, la Leyenda Negra hispanófoba, la esclavitud, el mestizaje, el maltrato sistemático de los indios encomendados, el colapso demográfico de la población indígena, la fijación de la población en los pueblos de doctrina y, por último, la implantación de unas primeras Ordenanzas de Indios encomendados en tierras del altiplano cundiboyacense, que fueron redactadas por el juez visitador Alonso Vázquez de Cisneros, nacido en Villanueva de la Serena.

La conquista arrastró consigo un vendaval de crímenes, expolios violentos, corrupción y dolor. Pero la presencia española en ultramar llevó también hasta aquellos lugares remotos una nueva concepción del hombre, un nuevo credo religioso opuesto radicalmente al sacrificio ritual de seres humanos, una nueva moral, una nueva cultura, y un nuevo idioma universal. Hemos de tratar por todos los medios de evitar la polarización de los discursos. Este texto de mi autoría, en consecuencia, no se concibió para ser un mazo usado en el derrumbe de estatuas y monumentos. Está escrito sin resentimiento ni parcialidad, como recomendaba Tácito en sus Annalis (1,1,3).

De la extensa galería de personajes o sujetos históricos que discurren a lo largo del libro hay dos que merecen una atención especial. Gonzalo Jiménez de Quesada, el jefe de la hueste que llevó a cabo la conquista de los territorios que conformarían el Nuevo Reino de Granada. Fue un antihéroe: perspicacia, valor, determinación y mano dura fueron sus atributos. Nacido en Granada en 1509, había participado hasta el año 1530 en las guerras de Italia y Flandes enrolado en los Tercios españoles.

Regresó a su ciudad natal para cursar en España los estudios de Leyes que amplió con una vasta formación humanística renacentista de la que haría gala toda su vida. Bien pronto, su fama de polemista jurídico brillante le abrió el acceso a la Real Chancillería de Granada ante la que se representó como abogado, cosechando notable prestigio social y profesional. Prestigio y fortuna que dejó a un lado para enrolarse en una expedición de conquista de las Indias. Su afán era la defensa activa de los ideales de la monarquía católica universal, el Imperium mundi, que Carlos V tanto empeño puso en materializar durante su reinado en los tres escenarios sucesivos del mar Mediterráneo, el Océano Atlántico y, en último lugar, el Océano Pacífico.

Gonzalo Jiménez de Quesada no respondía al arquetipo del inculto y ambicioso aventurero hombre de armas. Marchaba hasta las Américas con el fin de contribuir al engrandecimiento del imperio carolino, es decir, con el mismo fin con que había ido antes a Flandes, al norte de África o a Italia. Una aspiración notablemente ansiada por una minoritaria intelectualidad erasmista. Tanto si cabe como la que se despertó en el seno de instituciones y órganos de gobierno de la Corona de Castilla o de la Curia eclesiástica española.

Experto jurista, historiador, políglota, ensayista, seguidor inquebrantable de las ideas de G. B. Gattinara sobre la monarquía católica universal, en su obra Antijovio, fue el primer refutador de las soflamas y falsedades vertidas por el obispo Paulo Nochera, cuestionando la actuación de las tropas españolas en el sacco de Roma.

FUENTE: https://villanueva.hoy.es/rescate-olvido-juez-20220406170849-nt.html

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