Atendiendo la invitación de la Universidad de Oviedo, Ayuntamiento de Cangas de Onís, Paradores Nacionales y Radio Cangas Reconquista, bajo el título genérico que encabeza estas líneas, este cronista que escribe dio ayer tarde una conferencia en la biblioteca del Parador Nacional de Cangas de Onís con motivo del supuesto 1.277 aniversario de la fundación del citado monasterio.

Ante todo debo dar las gracias a los numerosos asistentes al acto que se desarrolló a lo largo de una hora y diez minutos.

Resumiendo la ponencia diré que hablé ampliamente sobre temas como el que apunta la tradición que sitúa la fundación del Monasterio de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) el día 21 de febrero del lejanísimo año 746, dando por hecho que el rey D. Alfonso I el Católico y su esposa Ermesinda habrían sido los fundadores del mismo, tal vez en memoria del rey Favila, hijo de Don Pelayo y hermano de Ermesinda.

Expliqué los detalles de la Crónica de Alfonso III, deteniéndome en las versiones Rotense y Sebastianense de la misma, especialmente en las correcciones ideológicas de esta última cuando exalta la intervención goda en el origen del Reino de Asturias y el noble origen de Pelayo.

El quid de la fundación gira sobre la antigua escritura documental de la misma -no conservada- donde se afirma que el obispo de Pamplona, Fray Prudencio de Sandoval (1552-1620) -cronista del rey Felipe III, de notable prestigio como historiador- en su afán de recopilar fuentes documentales para sus libros e historias, habría llevado prestada la escritura fundacional del monasterio con el fin de publicarla en su libro “Los Cinco Obispos”, sin que nunca más regresase a Villanueva ni se encontrase rastro de la misma.

Hice mucho hincapié en que los documentos que se conservan no son anteriores al siglo XII, siendo la primera fecha que se conoce la del año 1114, cuando el matrimonio formado por Juan y María (sin más datos) donaron la magnífica pila bautismal que ahora se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid; mientras el primer abad del que se tiene noticia documentada es Fray Rodrigo, en 1215, ofreciendo usufructos a cambio de otros bienes donados al monasterio.

Los libros del archivo monástico recogen miles de documentos de todo tipo, desde finales del siglo XII hasta la Desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX.

Libros en los que se dejó constancia de multitud de donaciones, compras, ventas, usufructos, disputas judiciales por múltiples causas, misas, visitas ilustres, criados, comidas, bodega, así como su absoluto control y derechos sobre la pesca, barcas, etc. en el río Sella, desde la capilla de Sta. Cruz en Cangas de Onís hasta La Morca, a las puertas de Arriondas.

Hice detallada mención con un minucioso recorrido documental sobre muy diversos temas, desde la mencionada pila bautismal hasta la teja encontrada en 1969 en una reforma del tejado.

De la pila bautismal señalé que lleva tallada la inscripción:

IOHANNES ET MARIA FECERUNT HOC OPUS IN ERA MILA CLII

(Juan y María hicieron esta obra en la era 1152)

De modo que corría el año 1152 de la Era Hispánica (1114 de nuestra Era Cristiana) cuando fue hecha y, seguramente, donada.

Sobre la teja destaqué que:

Hace tan solo 53 años, al desmontar un piñón o hastial en el tejado del monasterio -en el muro toral de la iglesia del monasterio, agrietado por varias partes- se advirtió que un largo sillar hacía de tapón y simulaba una pared y -al retirar las tejas- apareció una que, a modo de breve testamento y sobre su parte convexa, nos legó los datos que un cuidadoso monje grabó en su blanda arcilla.

Sobre la teja de Villanueva se grabó exactamente la siguiente inscripción: “Era MCCLXI Abbas Rodericus comsumavit Eclesias Santi Petri. Monacus Martinus scripsit tella”. Su traducción es: “El año 1261 el Abad Rodrigo terminó las iglesias de San Pedro. El monje Martín escribió la teja”.

Una rúbrica y una especie de extraño sello cierran los datos.

Debo aclarar que ese año corresponde a la Era Hispánica que regía entonces, y que hoy -para adaptarlo a nuestra vigente Era Cristiana- debemos restarle 38 años, siendo, realmente, el año 1223.

De modo que la teja que ayer traje a la memoria cumple ahora exactamente ochocientos años.

Hablé detalladamente sobre todos y cada uno de los capiteles que alberga el monasterio, con especial atención a los que aparecen en la bellísima portada principal de acceso a la iglesia -que constituye el más pulcro ejemplar de su estilo en Asturias- y que fue el principal motivo para que este tantas veces centenario monasterio fuese declarado Monumento Nacional en el año 1907.

Además, el ser declarado Bien de Interés Cultural es importantísimo, puesto que esta figura jurídica le protege de forma muy específica.

Me detuve en cada uno de los muchos capiteles que hay en el interior del templo y en la profunda reforma del mismo en el siglo XVIII; en el llamado Panteón Real de la capilla de San Miguel, a los pies de la iglesia; cómo y por quién se levantaron los diferentes lienzos del nuevo claustro y su coste en reales, lo mismo que sobre los escudos del año 1687 de la entrada al claustro, ahora entrada principal al Parador Nacional.

Expliqué el plano que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Clero, legajo 5.274) que detalla la profunda reforma de la iglesia monástica que se llevó a cabo en el año 1774.

El uso de su iglesia como la propia de la parroquia del mismo nombre y alguno de sus locales -utilizado incluso como escuela de primera enseñanza- mantuvieron las estancias del monumento de forma aceptable, pero buena parte de sus instalaciones estaban casi en ruina hasta que se decidió dedicarlo a Parador Nacional en el año 1998, de forma que el próximo día 8 de julio este Parador celebrará su 25 aniversario.

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