POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Alrededor del siglo XII los calígrafos japoneses pasaron a escribir las obras poéticas, a ellos confiadas, en hojas sobre las que pegaban papeles de colores tenues; creaban formas irregulares ensambladas y salpicadas de motivos florales y estrellitas de oro y plata, y reseguían los contornos a pincel, con tinta china, en líneas que sugerían montañas, ríos y nubes. Uno de los textos rescatados así es el «Iseshu», una colección de versos Waka de 31 sílabas de la poetisa Ise, que vivió en el siglo X.
La tradición de estos collages con texto, que constituyen los precursores más antiguos de los actuales tableaux-poèmes, se ha mantenido en el Japón hasta nuestros días. Las felicitaciones de cumpleaños o celebraciones diversas se escriben en collages; nosotros, por ejemplo, en esa línea oriental, para dar la enhorabuena a alguien por su jubilación, podríamos copiar, un suponer, este párrafo de la hoja del 28 de enero de 1942, del diario de Cesare Pavese: «Las cosas se descubren a través de los recuerdos que de ellas se tienen. Recordar una cosa significa verla, solamente ahora, por primera vez».
Luego, cogeríamos unas hojas de roble, las pegaríamos alrededor del texto y firmaríamos de nuestro puño y letra. Toma felicitación.
Un personaje de Saramago, del que este habla en «Manual de pintura y caligrafía», copiaba textos para apoyar alguna idea, o para oponerlo a ella, o porque no sería capaz de decir mejor lo que iba a decir. Así copió íntegro el Robinson Crusoe. Transcribiendo aprendía, según él, a contar la vida. Otros aprenden traduciendo. Otros añaden citas explícitas, como homenaje; otros parodian, otros dialogan con los clásicos y escriben novela sobre novela. Hay quien recurre a citas estilísticas, desapercibidas para el consumidor y producidas a posta (o sin darse cuenta) por el autor; esta es la dinámica normal de la creación artística, el plagio culto, lo que Umberto Eco llamaría «resonancia de los maestros».
En el caso de los personajes famosos que para felicitarse a sí mismos escriben una novela o su puta vida, no son conscientes ni inconscientes, no les suena lo que dicen ni les resuena; no aprenden a contar contando, ni copiando, ni traduciendo, ni leyendo, ni pegando estrellitas en la portada. A esa canalla telefamoseta e intonsa, en verdad, todo les parece primera vez.
FUENTE: https://elcuadernodigital.com/2024/05/22/resonancia-de-los-maestros/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR0oYF0DgMCUC7DRJZU714dg1fqv4VosjmKkL0AXwElKLl8L4gJ5op5jjL0_aem_AbIkg3sTIdT7EmIR4LQF4A2VnzMRnOeyMBhX_Ypk9sQWNA2aCLZ_Wc9f_AsiwwhF_rxXDyOQ2l6XjGUUFSKSUcA8