POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La naturaleza, por sí sola es capaz de depararnos parajes insólitos, de una belleza sin par. A veces, la mano del hombre se obstina en ocasionar la devastación de los mismos. Por tal motivo, no la destruyamos. Amémosla.
Cada árbol y cada flor, son prodigios de la naturaleza; contemplémoslas porque, con cada árbol y cada flor que destruimos, morimos con ellas.
Si miramos hacia el firmamento, lo observamos azul y luminoso. Tratemos de no enturbiarlos con gases nocivos. Es nuestro techo en el espacio vital en el que nos desarrollamos y crecemos.
Nuestro espacio etéreo celeste, está surcado por aves que nos ilusionan con sus trinos. No les maltratemos ni destruyamos sus nidos.
Mantengamos limpias nuestras calles, procurando no arrojar inmundicias que atraen a animales depredadores, capaces de provocar malos olores y enfermedades en sus habitantes.
Nuestros ríos, acequias, brazales y canalizaciones, son cauces del líquido vital de los seres vivos y las plantas; el agua. No las enturbiemos.
Al igual que debemos cuidar de la flora de nuestro entorno, conservemos la fauna que nos rodea; forman parte de la vida vegetal y animal.
Hagamos de nuestra tierra un gran jardín, del que puedan sentirse orgullosos los que vienen detrás de nosotros.
No alteremos nuestro sistema ecológico y, aún, a riesgo de no aumentar nuestra población, no caigamos en la vorágine de la construcción agresiva de edificaciones que, por sí solas, serían capaces de destruir el encanto de nuestro pueblo y su eco sistema. Sin lugar a dudas, ¡¡Ulea es un ejemplo a imitar!!