“RESPUESTA AL DEFENSOR DE LOS RELOJES”
Feb 09 2014

POR EDUARDO JUÁREZ VALERO. (CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO)

ultima(467)

Señor director:

El pasado martes, en un magnífico e invernizo día soleado, de esos con que el Real Sitio nos agasaja con frecuencia, impusimos finalmente el gnomon al magnífico reloj de sol de la antigua plomería. Allí, en la esquina de lo que fuera Real Enfermería y Plomería al servicio de la población, hoy Ayuntamiento, subidos en la plataforma del camión municipal, junto con mi querido amigo Jesús Espinar, comprobamos la eficacia del susodicho reloj. Dando gracias a la tecnología actual, conectados a la red, comprobamos que la sombra proyectada coincidía a la perfección con lo exigido: las 12:04 hora solar. De ese modo dimos por concluido nuestras actuaciones al respecto, no sin olvidar la posibilidad de situar en la acera algún hito que llame la atención de los vecinos ante tan curioso instrumento.

Y lo cierto es que lo merece. Según relatan los que lo recuerdan, en los años setenta colgaban desvencijados los restos del gnomon sin que a nadie le preocupara. Bueno, a alguien sí, puesto que se quitó aquella rémora, más herrumbre que gnomon, no fuera a caer sobre la cabeza de algún paisano. Qué fue de ello se escapa al conocimiento del que suscribe.

El caso es que en el romaneo, la pieza desgastó lamentablemente el anclaje, dañando ligeramente la parte central de la placa. Ésta, por cierto, dificultó enormemente las labores de restauración llevadas a cabo en los años noventa del siglo pasado, cuando el Ayuntamiento acometió las obras de adecentamiento del edificio, en propiedad desde finales de los años ochenta del mismo siglo. Que en este Real Sitio hemos sido peculiares en todo, hasta por carecer de casa consistorial propia.

La citada placa tenía y tiene un grosor ínfimo de apenas dos milímetros. Como, además, es de pizarra, cualquier manipulación, por leve que sea, podría fracturarla de manera irreversible. Por ello, en aquel proceso general de restauración, los arquitectos encargados de la obra decidieron sacar toda la pieza: la placa y toda la cal sobre la que estaba asentada. Fue entonces cuando descubrieron que las matrices que recibían el maestro del reloj tenían una inclinación peculiar, seguramente aportando la declinación precisa para que el reloj fuera útil.

Terminada la restauración del edificio, todo quedó allí. Hasta hace unos días que, con la ayuda de un grupo de vecinos y de los operarios municipales, me propuse finalizar lo que se empezó veinte años atrás. Decidimos imponer un maestro simple y no triangular, como en su origen vistió, debido al deterioro sufrido por el anclaje inferior que nos habría obligado a recibirlo con un indeseable pegote de mortero. Colocado el gnomon sin provocar daño alguno a la placa del reloj y comprobada la efectividad horaria del mismo, di por finalizada mi relación con aquel.

Quizás por ello, porque no hemos realizado actividad alguna que pueda dañar de forma parcial o irreversible nuestro querido reloj solar de la plaza, me he sorprendido por la vehemencia en el descrédito hacia mi persona con que me ha saludado el señor Antonio Cañones en su carta al director de este centenario diario del pasado jueves. Sorpresa, en primer lugar, por la existencia de una asociación de amigos de los relojes solares que, en su censo exhaustivo de relojes solares en España, no tenía conocimiento de la existencia, no ya del reloj de la plomería, sino de los otros dos más que viven olvidados en el Real Sitio de San Ildefonso. Sorpresa por las descalificaciones y exabruptos hacia el que suscribe y las personas que ayudaron a devolver a la vida al reloj de forma desinteresada. Y, sobre todo, sorpresa por el profundo y lamentable desconocimiento acerca de la historia del Real Sitio de San Ildefonso del que hace furibunda gala el señor Cañones.

Es evidente que uno, en su escaso acervo cultural, no cuenta con conocimientos de gnomónica, y tan solo alcanzó, tras mucho esfuerzo, el grado de Doctor en Historia con la calificación de Sobresaliente Cum Laude, además de las licenciaturas en Historia Antigua e Historia Medieval.

Sin embargo, mi perseverancia en el estudio sí me hizo comprender el significado de la palabra restauración. El reloj de la plomería del Real Sitio de San Ildefonso fue «restaurado» hace veinte años y hoy, por el interés que algunos demostramos por nuestro querido patrimonio, que no de aquel señor, marca el tiempo como el primer día. Bueno, no exactamente.

La construcción de la iglesia y convento de Santa Isabel oculta parte de la trayectoria matutina de los rayos solares impidiendo que las primeras horas del día queden reflejadas en el reloj. Supongo que el señor Cañones escribirá otra de sus amables y educadas cartas al señor Alcalde conminándole a derribar tan inapropiado edificio.

Espero que, con esta polémica, mis vecinos retomen la costumbre de volver la vista al olvidado esquinazo cuando pasen por ahí, comprueben su reloj y dediquen una sonrisa a este Cronista, amante de meterse en camisas de once varas que decía mi abuela, apaleado por los fundamentalistas de aquella asociación y feliz de que otro de los pequeños tesoros del Paraíso vuelva a la vida.

Y con ello, a ver si mis queridos amigos de Patrimonio Nacional, guardianes de la gloria del Real Sitio, se deciden a mostrar el reloj solar dorado del Patio de la Fuente y «ponen en hora» el del jardín del Colmenar. Y de paso, que informen al señor Cañones para que complete su censo con los tres relojes del Paraíso Ilustrado.

Fuente: http://www.eladelantado.com/

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