POR JUAN PEDRO RECIO CUESTA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE TORNAVACAS (CÁCERES)
Durante las últimas semanas del mes de mayo y las primeras de junio, se ha estado llevando a cabo la intervención conducente a la restauración de tres monumentos señeros de nuestra localidad: el Puente Cimero, la Puentecilla y la Picota (también conocida como Rollo o Marirrollas).
Dicha actuación, promovida por la Consejería de Movilidad, Transporte y Vivienda de la Junta de Extremadura, está financiada con los fondos del 1% cultural.
En el Puente Cimero, construcción de raíces medievales casi totalmente reformada en la primera mitad del siglo XVIII, tal y como se establecía en la memoria técnica inicial de intervención, se ha procedido a la limpieza de los bloques de granito, a la eliminación de la vegetación adherida y al revoque de las juntas con un mortero de cal morena. En el proceso de limpieza de la vegetación aneja en uno de los laterales del puente, se han recuperado unos antiguos escalones que permitían la bajada al río desde la calle (Calle Real de Arriba).
En la Puentecilla, monumento procedente de la época de la gran eclosión constructiva de Tornavacas en los tiempos de la Edad Moderna –primera mitad del siglo XVIII–, se ha procedido a una actuación muy similar a la descrita en el Puente Cimero, si bien aquí hay que destacar que se ha prestado especial atención a revocar las juntas del intradós de la bóveda del arco, debido a los problemas de humedad que presentaba la estructura.
Por su parte, en la Picota, la intervención ha sido de mayor calado. No olvidemos el valor histórico de esta construcción de finales del siglo XIV, levantada tras el nombramiento de Tornavacas como villa y su integración dentro del señorío de los Álvarez de Toledo (rama de los Condes de Oropesa). En el Rollo jurisdiccional, aparte de proceder a revocar las juntas con la citada cal y también a reponer algunas pequeñas piezas que se habían perdido –o extraído–, se ha intervenido en los alrededores, descubriendo parte del antiguo enrrollado que circundaba a la Picota y que ahora quedará visible. Además, se ha construido un pequeño murete de mampostería, que servirá como delimitación entre la pista de cemento y el Rollo. Se recupera, así, parte de la fisionomía original que debió tener el monumento y sus inmediaciones en siglos pasados.
Esta intervención sobre estos tres monumentos de capital importancia para la historia y el urbanismo de Tornavacas, la tenemos que valorar de manera muy favorable, pues su restauración era algo más que necesaria. Los rigores del tiempo, del agua, del paso del tráfico rodado en las últimas décadas (en el Puente Cimero y en la Puentecilla), así como el olvido y el expolio (en el caso de la Picota), así lo demandaban. Entre todos, y con la ayuda de las instituciones, sigamos cuidando, mimando y protegiendo nuestro patrimonio, pues no deja de ser una de las mejores herencias que hemos recibido de nuestros antepasados y que supone un elemento muy importante en nuestra identidad como pueblo que, como un tesoro valioso, debemos legar a las generaciones venideras.