POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La empresa Uffizzi, conservación y restauración de Bienes Culturales (Salamanca) por medio de sus restauradores, Matilde González y Roberto Peleteiro están restaurando, desde mediados de julio, el retablo mayor (año 1612) de la iglesia parroquial de Ntra. Señora de la Asunción de La Nava de Santiago.
Este retablo fue concebido para presidir la llamada capilla de Santiago, del Sagrario y Ánimas, que fundó y mandó hacer doña Juana de Ovando y Aguirre, familiar del presidente del Consejo de Indias. Su hermano Antonio, fue alférez de la milicia y regidor perpetuo de la ciudad de Mérida.
Se trata de una obra no menor, en absoluto, atribuida al taller del maestro de origen portugués, Francisco Morato, avecindado en esa época en la ciudad de Mérida, junto con el pincel de algún componente del círculo artístico emeritense del momento: Cristóbal Gutiérrez, Pedro Gutiérrez Bejarano y Sánchez Picaldo, entre otros.
FRANCISCO MORATO (+1628)
El maestro Francisco Morato, de origen portugués, para el que se atribuye Castelo de Vide su lugar de nacimiento. Formó consorcio profesional con el artífice madrileño Salvador Muñoz, interviniendo en el retablo del convento de Santa Marina de Zafra, y en los mayores de Almendralejo, Salvaleón, Santa María de Mérida y Ahillones, entre otros.
La gubia de Francisco Morato está presente en la comarca en el retablo para la capilla de los indianos Sánchez Collado de la parroquia de Lobón, junto con el retablo de Ntra. Señora del Rosario que hoy conserva la parroquial de Puebla de la Calzada, situado en uno de los colaterales de la Epístola. La ejecución del sagrario del retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Montijo presagia su valiente mano en la construcción de tan portentosa maquinaria retablística. El retablo que ahora se restaura, ocupa el testero de la parroquial naveña en sustitución del que labrara en 1757, el escultor de Trujillo, Juan de Olivenza.
Sin embargo, permanecen en la capilla de Santiago las esculturas en mármol acogidas en cuatro nichos avenerados, ya que doña Juana de Ovando, ordenó en su codicilio decorar la capilla, en cuya bóveda en forma de cúpula figura la leyenda “Sactissime Jacobe intercede pro nobis in loco isto. Dimite populi tui ostende viam bonan quam ambulent”.
Se trata de los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan que se ven acompañados por la figura de un tetramorfo, símbolo en la iconografía de cada uno de ellos. El ángel o el hombre alado, el león, el toro y el águila. Las cuatro figuras están de pie, vestidas con mantos, jugando el escultor, en su buen hacer, con los pliegues y caídas en cada uno de ellos. Morato supo imprimirle toques de elegancia, que en sus formas se acerca al hacer de Pompeio Leoni, del que se muestra sobradamente conocedor, aunque practica ya con aires protobarrocos, perviviendo, no obstante, en él el realismo naturalista. La figura del evangelista San Mateo formó parte de la excepcional exposición “Nosotros. Extremadura en su patrimonio” que conmemoró el primer centenario de la fundación de Caja de Extremadura. Exposición que fue inaugurada los Reyes Juan Carlos y Sofía el 31 de octubre de 2006 en la iglesia de San Francisco Javier de Cáceres. Francisco Morato falleció en 1628.
EL RETABLO (1612)
El retablo labrado por Francisco Morato albergó en su ático, en forma de templete entre dos columnas, algún pasaje de la vida de la Virgen, viéndose rematado por una pintura de Dios Padre en su pináculo. El retablo evidencia en su factura la armoniosa severidad del clasicismo de la época en la que fue concebido. En él queda plasmada la impronta moratiana, que guarda en su trazado similitud y equivalencia con otros salidos de su gubia, documentados y protocolizados a los que se han hecho referencia. El conjunto en forma de casillero está formado por tres calles, con cuatro columnas boceladas-estriadas de capitel corintio que compartimentan a éstas, figurando arriba pedestales con bolas en los extremos que rematan el entablamento superior. En la hornacina central debió estar una imagen del apóstol Santiago, viéndose acompañado en las calles laterales por dos lienzos desaparecidos en los que tal vez se efigiara a dos apóstoles.
El retablo se sustenta sobre el resalto de un banco que alberga unas pinturas nada vulgares que apuntan, al pincel de algún maestro de la época emeritense, que ejecutó un programa pictórico muy afín con el abrazo de San Joaquín y Santa Ana de la iglesia parroquial de Valverde de Mérida. En el de La Nava el autor se reitera en las medias figuras de Santa Eulalia y Santa Quiteria (patronas de Mérida y La Nava), junto a los doctores de la Iglesia (San Agustín, San Gregorio, San Jerónimo y San Ambrosio), y San Martín, San Antonio de Padua y San Francisco de Asís.
RESTAURACIÓN A CARGO DE UFFIZZI
Las actuaciones que se han llevado a cabo en el retablo son una limpieza general para poder realizar la desinfección y desinsectación preventiva contra posibles ataques de carcoma ahora inactiva; una consolidación del soporte para fortalecer la estructura; la limpieza química es la gran batalla, ya que en los más de cuatrocientos años de vida de la pieza son numerosas las capas de barnices y purpurinas aplicadas con el fin de tapar faltas pero que no permiten ver ni el paso del tiempo ni las preciadas láminas de oro fino con que fue decorado en su época.
Después del encolado de piezas sueltas y del relleno de grietas generadas por los bruscos cambios de temperatura se continuó con los trabajos propios del acabado estético siguiendo los criterios de conservación y restauración que dicta Patrimonio para una mejor lectura y una mayor durabilidad de la obra en el tiempo.
Enhorabuena a la parroquia y al empeño de Matilde González Rodríguez por restaurar el retablo clasicista que acoge el presbiterio, pues como dije en una ocasión, el naveño templo parroquial es afortunado en poseer el retablo y los cuatro evangelistas labrados en mármol que ejecutara Francisco Morato, considerado como una de las gubias maestras, activa, fecunda y pujante de la baja Extremadura durante el primer tercio del siglo XVII, que desde entonces forma parte del patrimonio religioso, histórico, artístico y cultural de La Nava de Santiago. Que éste sea conservado y respetado por muchos años.