POR ANTONIO RAMIRO CHICO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA Y PUEBLA DE GUADALUPE (CÁCERES)
La Real Asociación de Caballeros de Santa María de Guadalupe, en su constante deseo de proclamar la devoción de Nuestra Señora, adquirió en el año 2009 una vivienda, en la calle Barrero, número 6, en la que ha levantado su nueva Sede social y Museo de la Hispanidad, bajo la dirección de los Caballeros Pablo y César Moruno y Pablo y Pedro Barba, arquitectos y maestros de obras, respectivamente.
Dicho Museo de la Hispanidad se ha instalado en la planta baja del edificio y está dedicado a Santa María de Guadalupe, como Hispaniarum Regina o Reina de las Españas.
Retablo cerámico
Preside este Museo un hermoso retablo cerámico realizado por los afamados ceramistas Ruiz de Luna, en su taller actual de Málaga.
El Retablo de la Reina de la Hispanidad mide 2’50 x 1’95 metros en vertical y está compuesto de cuatro partes bien diferenciadas:
El paño superior o mural (1’60 x 1’95 mts.) presenta a Santa María de Guadalupe, policromada, como Hispaniarum Regina, sobre el hemisferio norte, vestida con el Manto de Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, la Corona Rica de Reina de las Españas, cetro, bastón de mando de Alfonso XIII, Toisón de Oro y las banderas hispanoaméricanas, desplegadas detrás de su imagen. Estampa diseñada en 1961, con motivo de las entregas de las banderas hispánicas por los embajadores de las naciones hermanas de América y Filipinas a Nuestra Señora de Guadalupe (12 diciembre 1960), como el mayor símbolo de la evangelización en el Nuevo Mundo.
Completan el mural, dos hermosas guirnaldas que cuelgan desde los ángulos superiores, dando un perfecto encuadre al retablo, enmarcado todo él con hojas de acanto en tonos azules, dando al conjunto un aire clasicista. Paño firmado.
-Parte inferior o mesa (0’90 x 1’95 mts.) en cuyo centro destaca el Escudo de la Real Asociación de Caballeros de Guadalupe y en su perímetro, están representados todos los escudos de los pueblos hermanos de Iberoamérica, Filipina, Guinea Ecuatorial y Extremadura, como homenaje a los descubridores, conquistadores y evangelizadores extremeños, que llevaron nuestra lengua, cultura y fe al Nuevo Mundo.
Base de la mesa de altar (0’40 x 1’95 mts) bellamente docarada con grecas renacentistas y cartela, en la que se lee: “Ave María de Guadalupe”.
Costados de la mesa de altar (0’40 x 1’95 mts.), también decorados con dos hermosos angelotes que sostienen sendas filatelias en las que aparece la siguientes inscripciones. Lado derecho: “Tú eres nuestra gloria, Tú eres nuestra alegría y el honor de todo Caballero”. Lado izquierdo: “Sancta María de Guadalupe, gratia plena, Mater Dei, Hispaniarum Regina, ora pro nobis peccatoribus”.
En sus costados figuran también los nombres de los ceramista que llevaron a cabo dicha obra: Amparo y Carlos Ruiz de Luna, con su fecha de conclusión: 15 de marzo de 2011 y el nombre del donante, nuestro Caballero de Honor, Joaquín Vázquez y Familia.
Con esta obra los Caballeros, después de ochenta años, tienen su propio trono y altar, dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe y a su querido Hijo, luz del mundo, como verdadero testimonio de amor y servicio.
Flanquean dicho retablo dos obras pictóricas del Caballero, José Antonio Jorge Villa, representativas del Viejo y Nuevo Mundo, en las que figuran los más de 600 topónimos guadalupenses como verdadero símbolo de la Evangelización.
Reina de la Hispanidad
Desde la aparición de María a un humilde vaquero en las sierras de Altamira a finales del siglos XIII, cerca del río Guadalupe, los montes de las Villuercas, dejaron de ser morada privilegiada de fieros lobos, osos, ciervos y jabalís. Pronto las veredas y cañadas se transformaron en caminos hollados de peregrinos, que acudían en romería a este lugar escondido.
La fama de sus prodigios atrajo a reyes y santos, cautivos y marinos, enfermos y desheredados. Su nombre corrió como el cauce del río Guadalupe hasta llegar al océano Atlántico y desde allí saltó a través de las olas para sembrar con su vocablo toda la geografía hispanoamericana: templos, ermitas, valles, ríos, montañas, poblados y ciudades se esmaltaron con su nombre.
De esta forma el nombre de Guadalupe, durante siete siglos ha brillado en la bóveda celeste del universo como la estrella más radiante de la Evangelización.
El 12 de octubre de 1928, se escuchó mejor que nunca, la aclamación de la Sagrada Escritura: “Tu eres nuestra gloria, Tu eres nuestra alegría y el honor de nuestro pueblo”, por más de diez mil fieles de toda condición, que quisieron vivir este acontecimiento único en la historia del Real Monasterio. Justamente, al medio día, cuando los rayos del sol inciden con mayor nitidez, el rey Alfonso XIII y el cardenal Segura, legado de Su Santidad Pío XI, subieron al estrado colocado en el atrio basilical donde unos minutos antes, habían entronizado a Nuestra Señora de Guadalupe y a continuación, ciñeron sus sienes con Corona Imperial de oro y platino, brillantes y esmeraldas, regalo del pueblo español, mientras la banda militar del Batallón de Cazadores de Lanzarote interpretaba la marcha real y los aeroplanos sobrevolaban la plaza y los chapiteles del monasterio, dejando bucles y perfumando los cielos con pétalos de flores.
Fue la expresión de todo un pueblo que reconoció con el hermoso título de HISPANIARUM REGINA, la influencia que Nuestra Señora de Guadalupe ha tenido y tiene en todos los países hispanoamericanos, unidos por vínculos de raza, de lengua, de religión, de costumbres y cultura.
Este título de Reina de las Españas o de la Hispanidad, concedido por su Majestad Alfonso XIII, grabado en el anverso de la lustrina de la imperial Corona: Sancta Maria de Guadalupe, gratia plena, Mater Dei, Hispaniarum Regina, ora pronobis peccatoribus, está fundamentado en los hechos que integran el concepto de Hispanidad: Descubrimiento, conquista, culturización y evangelización del Nuevo Mundo.
Nos permitimos señalar los principales hechos que forjaron la hispanidad mariana guadalupense:
La condición de lugar colombino que actualmente tiene Guadalupe, por las visitas que durante los años de 1486-1496, realizó antes y después del descubrimiento, Cristóbal Colón a Nuestra Señora de Guadalupe.
La firma en Guadalupe, por los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a 20 de junio de 1492, de dos Sobrecartas dirigidas a Juan de Peñalosa, contino de la Casa Real, natural de Villanueva de la Serena y capitán de gente de guerra. La primera para Moguer y otras poblaciones y la segunda para los habitantes de Palos, urgiendo en ambas el cumplimiento de las reales provisiones, de 30 de abril de 1492, es decir, el pronto descubrimiento de nuevas tierras.
El voto hecho en alta mar, el 14 de febrero de 1493, al regreso del primer viaje, como se dice en el Diario de a bordo, de la primera navegación descubridora, en cuyo cumplimiento vino Colón a Guadalupe, como romero para dar gracias a Nuestra Señora.
La imposición del nombre Guadalupe a la isla Turuqueira, en las Antillas Menores del Caribe, el 4 de noviembre de 1493, en el segundo viaje, como atestigua el mismo Colón, en una carta escrita en la Española, en enero de 1494, dirigida a los Reyes Católicos.
El bautizo en el templo de Guadalupe de los indios Cristóbal y Pedro, criados de Cristóbal Colón, el 29 de julio de 1496, que señala este sitio, con documentación oficial, como el primer lugar de cristianización de indios, como ofrenda espiritual a Nuestra Señora de Guadalupe, por lo que recibe el nombre de PILA BAUTISMAL DE AMÉRICA.
Las íntimas relaciones que durante el tiempo de la incorporación de América a la Corona de España tuvieron en Guadalupe los más insignes conquistadores y muchos colonizadores, pobladores y otros personajes indianos.
La importancia que Guadalupe tuvo en América como signo de evangelización por medio de misioneros, hermandades y prácticas devocionales.
Los santuarios, ermitas y altares alzados en toda América a Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura, como medio de devoción y expresión de la fama que tenía en todas partes, que todavía pervive en el pueblo.
La abundante toponimia guadalupense en el Nuevo Mundo, prueba la devoción sentida hacia nuestra Madre.
Los testimonios de estrechas relaciones, devocionales e históricas, del Guadalupe extremeño con el Nuevo Mundo (favores, ofrendas, mandas y otras manifestaciones) recogidas en códices y legajos, en crónicas de Indias, en historias antiguas del monasterio y en otros documentos.
Su condición y devoción marinera ha estado siempre muy unida a esta advocación de Guadalupe, a la que los hombres de la mar y navegantes la han sentido como Patrona y Estrella, a quien obedece el mar y respetan los vientos, como así lo proclaman los nueve códices de milagros que se conservan en su archivo histórico.
Su aparición en la Rada de Puntallana, desde donde alumbró como faro de gracia la gesta descubridora en ese ineludible tránsito entre el Viejo Mundo y el Nuevo, significándose así las islas afortunadas como el verdadero puente o puerta entre las Españas.
El hecho guadalupano del Tepeyac, en México, relacionado con el extremeño Hernán Cortés y con los Doce Apóstoles de Méjico, salidos del convento franciscano de Belvís de Monroy (Cáceres), que supuso la mayor transfusión entre ambas culturas, dando lugar a una nueva raza que ha proclamado a Nuestra Señora de Guadalupe, Emperatriz de América.
Guadalupe en México
En este aspecto, que tanto afecta a Extremadura y en concreto a Nuestra Señora de Guadalupe, señalamos también los nombres más destacados de insignes extremeños que, bajo el signo de su fervor guadalupense, llevaron al Nuevo Mundo, la devoción sincera a Nuestra Señora de Guadalupe: Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Núñez de Balboa, Pedro Alvarado, Hernando de Soto, Sebastián de Belálcazar y Pedro de Valdivia.
Junto a estos hombres de acción, otros muchos extremeños, partieron al Nuevo Mundo para evangelizar las nuevas tierras descubiertas, como los Doce Apóstoles de Méjico, que desde el convento de San Francisco de Belvís de Monroy marcharon a Méjico. San Juan Macías, quien dejó la dehesa extremeña de Ribera del Fresno como simple porquero para evangelizar el Virreinato del Perú, donde consoló la conciencia de los ricos y alimentó el alma de los pobres.
Especial mención, dentro de la expansión devocional de Guadalupe, merece fray Diego de Ocaña, monje de Guadalupe (1588-1608), que recorrió la América andina dejando varias pinturas de Nuestra Señora de Guadalupe, entre las que descuella el cuadro de la catedral de Sucre, enriquecido con infinidad de alhajas y perlas, así como la famosa comedia de la Virgen de Guadalupe.
Así lo ha sabido reconocer también, la Junta de Extremadura, con la concesión de Fiesta de Interés Turístico, para la Fiesta de la Hispanidad, que cada 12 de octubre convoca a miles de peregrinos y visitantes, otorgada por la Orden del 6 de marzo de 2007, por la Consejería de Economía y Trabajo, a petición de la Real Asociación de Caballeros de Santa María de Guadalupe, por suponer un acontecimiento de gran atractivo turístico, susceptible y merecedor de ser calificado como de Interés Turístico de Extremadura.
Igualmente, la Conferencia Episcopal Española con motivo de las Jornadas Mundial de la Juventud celebradas en Madrid en 2011, al hablar de la condición Mariana de España, presentó a Nuestra Señora de Guadalupe, como la verdadera Patrona de la Evangelización.
Bibliografía:
García, Sebastián, OFM., Guadalupe de Extremadura en América. Sevilla, 1990.
Antonio Ramiro Chico. Museo de la Hispanidad. 2014.