POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
En este mes de noviembre, en estos días de recordar ausencias, pasa desapercibido el retablo de las Ánimas Benditas que se localiza en el lateral derecho del crucero de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol. De estilo barroco, coronado por una destacada y valiente pintura que ha ido difuminando la huella de los años, que efigia el Ecce Homo de Cristo.
El culto a las Ánimas Benditas del Purgatorio toma auge a partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI -en réplica a los ataques de Lutero sobre el Purgatorio y al comercio surgido alrededor de la venta de indulgencias- en el que se presenta al Purgatorio como lugar de expiación y purificación de los pecados mediante el fuego, pero a diferencia del infierno, disfrutan la vista de la gloria y poseen la esperanza de su pronta redención.
Por ello las ánimas siempre aparecen representadas en la parte inferior de la composición, mientras en el espacio superior se despliega una visión celestial, en donde la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), la Virgen María, algunos santos y ángeles las consuelan con su presencia.
Una figura constante en nuestras imágenes del Purgatorio es la advocación de Ntra. Señora del Carmen. Era una creencia arraigada entre la población que la patrona de la orden carmelitana liberaba del purgatorio cada sábado a las ánimas que en vida fueron devotas al escapulario carmelita. Así la Virgen del Carmen se constituyó en una poderosa intercesora de las ánimas del purgatorio y valedora de todos los difuntos, como así lo reflejó la Bula Sabatina promulgada por el Papa Juan XXII en el año 1322. En ella, se expuso que “el sábado siguiente a la muerte, la Virgen del Carmen intercedería para que el alma del difunto, que ha vestido con devoción el Santo Escapulario, saliera del purgatorio y pasara a la Vida Eterna”.
A su vez los ángeles se dedican a consolar a las almas. Una figura angelical que es bastante frecuente es san Miguel arcángel, a quien la tradición convirtió en juez, que mediante una balanza pesa a las almas, siendo considerando uno de los grandes intercesores por la salvación de las mismas. En la parte más elevada de la composición se encuentra la Santísima Trinidad. Las tres divinas personas son en última instancia quienes tienen la potestad de liberar a las almas del fuego purificador.
SE DORÓ POR DEVOCIÓN DE MIGUEL DE BURGOS
En el banco bajo del retablo montijano de las Ánimas Benditas del Purgatorio aparece la inscripción “Se doró por devoción de Miguel de Burgos, año 1760”. Miguel de Burgos era el padre de Juan de Burgos y Briones que aparece en el Catastro de Ensenada como escribano público interino del concejo de Montijo. En dicho año, 1753, Miguel de Burgos, de 64 años, vivía de alquiler en una casa de la calle Acinco, por estar reedificándose su casa de la calle del Conde.
UN HORNO DE TEJAS Y LADRILLOS
El Libro de Eclesiásticos del Catastro de Ensenada (año 1753), referencia sobre la Cofradía de las Ánimas Benditas de Montijo que ésta poseía “un horno de texa y ladrillo consistente en el exido de esta villa ynmediato al enzinal distante doszientos pasos que por respuestas se halla regulado su utilidad en mil y quinientos reales de vellón al año”. Horno que producía “tres hornadas de a diez mil piezas cada una, la mitad terjas y la mitad ladrillo, éste a precio de quarenta reales el millar, y el de aquella a sesenta de forma que produce al año mil y quinientos reales”.
Este horno de tejas y ladrillos servía para el sostenimiento económico, especialmente el de honras, misas rezadas y misas cantadas por los difuntos de la cofradía, de los que se documentaban tres a mediados del s. XVIII en el camino viejo de Barbaño, que tuvieron fama y prestigio fuera de nuestro término. Así lo confirma el pago librado por el cabildo de la catedral de Badajoz al maestro de pintor Alonso de Mures, que en 1740 recibía del mayordomo de la fábrica de la catedral “doszientos reales de vellón que importaron los colores que puso a la veleta de la capilla maior”, sus encendidos tonos rimaban con los tejados de las respectivas capillas, relucientes de tejas vidriadas, traídas de los alfares del Montijo.