POR JOSÉ MARÍA SAN ROMÁN CUTANDA, CRONISTA OFICIAL DE LAYOS (TOLEDO)
Tras las elecciones del pasado veintiocho de mayo, que sin duda han sido un fenómeno demoscópico que se recordará durante décadas, Carlos Velázquez es el nuevo Alcalde de Toledo. Cuando una Corporación sale, la cortesía obliga a agradecerle los servicios prestados. Al fin y al cabo, han estado en una posición complicada y han querido, o eso quiero pensar, trabajar por su ciudad, mi ciudad. Un gesto de cortesía que está, creo, en la mente de todos los toledanos, y que también yo hago desde estas líneas a la Corporación saliente. Dirigir una ciudad no es nada fácil. Y más, con las circunstancias vividas en estos últimos cuatro años. A cada uno, lo suyo.
No obstante, también creo que la cordialidad no puede ser motivo para excusar ni dejar a un lado los retos que Toledo debe asumir a partir de ahora, que son necesarios para que Toledo se consolide como la ciudad moderna que debe ser, y que nacen de un análisis de calle que, a mi modo de ver, ha faltado en estos últimos tiempos. Las ciudades deben gobernarse estando siempre en continuo contacto con los vecinos y libreta en mano, observando y anotando todo aquello que requiera un minuto de atención. Lo contrario es convertir el contenido del trabajo edilicio en una labor reduccionista.
En primer lugar, la nueva Corporación va a encontrar un Casco Histórico con suelos arreglados, sí, pero por los que pisan cada vez menos ciudadanos, hastiados de que la calle Ancha sea un parque de atracciones para los turistas, de que la movilidad para los residentes sea una entelequia irresoluble y una complicación diaria, de que para cualquier mínima compra haya que salir en coche a algún centro comercial o a alguna gran superficie. Los vecinos del Casco estamos hasta la coronilla de ser ‘resistentes’ en lugar de ‘residentes’. No nos lo merecemos, no. Ni los vecinos ni los comerciantes.
La higiene es también una necesidad acuciante. Seguimos teniendo que soportar la imparable y más que insalubre plaga de palomas que nos destrozan las casas, los monumentos y hasta la ropa que nos ponemos a diario. Igual pasa con los muchos gatos que campan a sus anchas por las calles del Casco y devoran las bolsas de basura en busca de comida. Bolsas que devoran, por cierto, por culpa de otra plaga urbana llamada ‘bolseo’. Y como después vienen los servicios municipales con el famoso baldeo (agua a raudales y a manguerazos de arriba hacia abajo por las calles hasta cuando llueve), esa basura de las bolsas menoscabadas por los gatos a veces acaban corriendo la calle en una especie de «¡mierda va!». Ello, sin contar con que faltan papeleras y sobran chicles ‘enquistados’ que ya son parte del muestrario común de nuestras calles y plazas, y con los indeseables grafitis, que existen aunque haya quien los niegue (hoy, publico el número 89).
Culturalmente también necesitamos un soplido fuerte hacia arriba. No es un dato esperanzador que en la clasificación del informe del Observatorio de la Cultura 2022 ocupemos el puesto número 31 de 40. El año de Alfonso X no fue ningún revulsivo de relevancia a futuro para Toledo ni para España, como sin embargo sí lo fue el año Greco 2014. Las asociaciones culturales en Toledo siguen esperando que se cuente con ellas como lo que son, fomentando su labor en la vida pública de la ciudad. Es todavía menos comprensible cómo no se ha logrado que Toledo sea ya una ciudad de congresos, de centenarios, de turismo académico y especializado. Y lo que ya sí que es incomprensible del todo es que hayamos renunciado a la carrera por ser Capital Europea de la Cultura en 2031. Esto empezará a tener solución el día que la cultura toledana deje de ser un ‘chiringuito de jugones’ (con perdón de Pedrerol).
La movilidad es otro gran reto en el que se debate ‘cosmos o caos’. La rotonda del cementerio, en el cruce con la calle que va al Punto Limpio y al Lidl donde concurren hasta tres direcciones en un solo nudo, sigue siendo peligrosísima, porque además tampoco se han podado los setos que quitan la visión necesaria para los viandantes desde paseo de San Eugenio. Similar situación tienen los setos de las rotondas del paseo de la Rosa, especialmente la que da la subida de la calle Ferrocarril. Ofrecen también peligro las líneas continuas y las salidas con ‘ceda el paso’ que se han pintado en algunas rotondas como la de avenida de Barber. Además, ideas absurdas como la de que la calle Reyes Católicos sea de un solo sentido hace poco sostenibles los desplazamientos de los toledanos, que tenemos que dar la vuelta hasta el Cambrón para volver a subir a la judería, de manera que apenas metros se convierten en kilómetros de gasolina, contaminación y tiempo.
Así pues, creo que la nueva Corporación Municipal debe comenzar desde ya, sin descanso, a enmendar todos estos problemas y otros tantos que nos afectan a los toledanos. Igual que este nuevo Gobierno municipal ha sabido pactar y llegar a acuerdos, ahora debe remangarse y ponerse muy en serio. Es una labor imprescindible. Y la confianza ganada también se puede perder. Porque la confianza se tarda una vida en ganarla y un minuto en perderla.
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