No ha sido frecuente en Chiclana que nuestros Reyes se den, lo que se dice, “un garbeo” por esta ciudad de forma oficial, si bien es cierto que de forma privada han pasado, se han nutrido o pernoctado en ella. El caso más conocido es el de nuestro actual rey emérito, Juan Carlos I que estuvo en el hotel Meliá –Novo Sancti Petri– en el año 2000.
Casi inapreciables son sus huellas en las páginas de nuestra historia, salvo por fallecimiento del Rey o la Reina, o su proclamación al trono. Solo entonces, aparecen sus nombres en las actas capitulares. Pero de sus reales personales en nuestro Ayuntamiento, en las calles, entre su ciudadanía, nada de nada, salvo contadas ocasiones. El primer rey que nos visitó –no era Borbón–, durante la Guerra de la Independencia fue el rey intruso, José I Napoleón Bonaparte (1768-1844), –el rey que pudo reinar y no le dejaron los españoles. Recibió a los miembros de la Corporación, el clero y los empleados municipales, el 19 de febrero de 1810. Años después, en un momento histórico –también de guerra–, cuando la invasión de los “Cien mil hijos de San Luis”, hallamos documentalmente la presencia de Fernando VII (1784-1833) –el rey que sí reinó, pero ominosamente sobre los españoles–. Estuvo en Chiclana, aunque no consta que fuese recibido por el Ayuntamiento Constitucional de manera oficial.
Una proclama desde Tarragona del general Francisco Milans del Bosch (1769-1834), el 9 de octubre de 1823, nos confirma su visita o estancia en Chiclana: “Ciudadanos de todas las clases: Los enemigos hicieron salva ayer en Altafulla [localidad tarraconense] y también la harán hoy; dicen que el motivo es la noticia oficial que han recibido de estar el rey de España en Chiclana “en la plenitud de sus derechos” [ya había sido liberado por las tropas de los Cien mil hijos de San Luis], en donde esperaba al duque de Angulema para tratar con él. Pero al mismo tiempo que hacen llegar estas noticias no perdonan medio para seducirme con carta que espero y sabréis, como también su contestación; sin contar con vuestro valor y vuestra noble constancia, vosotros sacaréis de estos hechos las consecuencias que con tanta facilidad se deducen; yo haré dos muy ligeras.
El rey de España “en su plenitud de sus derechos”, mejor estaría en Sevilla ó Madrid que en Chiclana; y conseguido el objetivo que los enemigos se proponían ¿á que continuar sus arterias para ganar con ellas lo que no pueden con las armas y parece necesitar todavía? De todos modos; nosotros estamos perfectamente unidos, tenemos valor y sabemos emplearlo, contestemos siempre al enemigo con el cañón, y oigamos al Gobierno, cuando nos hable por conducto del General en jefe del Ejército (…)”. Importante e histórico documento del que se deduce, además, que los liberales aún esperaban la victoria frente a los absolutistas.
La hija de Fernando VII, la reina Isabel II (1830-1904), estuvo a punto de venir en el mes de agosto de 1862 junto con su augusta familia para que la infanta Isabel, “La Chata” (1851-1931) tomase los baños de Fuente Amarga. El viaje se preveía para finales de septiembre, por lo que el Ayuntamiento mandó arreglar el arrecife del camino que iba a los baños con la colaboración la diputación provincial, acordando esta auxiliar con 6.000 escudos al importe necesario para su ejecución. Unos baños que la propia Isabel II se había dignado declarar como “establecimiento de planta de aguas minerales” el 31 de mayo de 1846. La prensa nacional incluía la noticia en la que decía que la infanta se hospedaría en la casa hospicio –la antigua casa grande de Risso que este había donado a la ciudad– durante los días que permanecería en la villa.
Sin embargo, el tiempo “se echaba encima” y nada se había resuelto. Se acercaba el otoño y los médicos de palacio aconsejaron “las aguas de mar al príncipe D. Alfonso y las de Chiclana á la infanta doña Isabel, y por tanto cabe en lo posible que el viaje se haga sin detención hasta aquel puerto” [Cádiz]. El periódico “La Época” añadía, además, que la Reina visitaría “alguna de las salinas de la ribera, donde se les preparará convenientemente un estero para pescar”. Finalmente, se recomendó, ya entrado el otoño, no acudir a Cádiz. No hubo viaje a la provincia, ni a Chiclana.
No tenemos noticia sobre si Alfonso XII (1857-1885) –el rey que decretó la concesión del título de ciudad para Chiclana–, la visitó. Pero su hijo, Alfonso XIII (1886-1941), sí pasó en automóvil por la ciudad, el 10 de marzo de 1915, camino de Algeciras para recoger a la princesa Satian Sabi que llegaba allí procedente de Gibraltar, de paso para Sevilla. ¿Vendrá algún día oficialmente S.M. Felipe VI? Todo está por contarlo este cronista Oficial.
Bibliografía:
Biblioteca Nacional de España (BNE). Hemeroteca Digital: “El Constitucional”. Madrid, domingo 24 de septiembre de 1837.
BNE. Hemeroteca Digital: “La Época”. Madrid, miércoles 27 de agosto de 1862.
BNE. Hemeroteca Digital: “La Correspondencia Militar”. Madrid, 11 de marzo 1915.