POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Nos cuenta el evangelista San Mateo que, nacido Jesús en Belén en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos «Magos» (esto debe entenderse como astrónomos-astrólogos) interesándose por el lugar de nacimiento del que sería Rey de los Judíos.
Herodes, tras consultar a Escribas y Sumos Sacerdotes, les encomendó ir a Belén de Judá. Allí encontraron al Niño con su Madre y le obsequiaron con regalos de reyes: oro, incienso y mirra.
Después, cumplida su misión, retornaron a sus pueblos («reversi sunt in regionem suam»).
Y aquí termina la narración neotestamentaria.
Nadie cuenta que fueran Reyes, ni que fueran tres, ni que les acompañara una lujosa comitiva de servidores, pajes, soldados y personal de intendencia. ni que uno fuera negro, ni que se llamaran Melchor, Gaspar y Baltasar…Todo eso es fábula nacida para exaltar la devoción de las gentes y fomentar en la población infantil su amor y devoción al Niño Dios.
Al fin y al cabo porque «de los niños o de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos».
La fábula, inventada con «buena voluntad», dio cuna a la tradición y los niños de hoy, como los de ayer, ven en los «Tres Reyes» a unos seres prodigiosos, bonachones y generosos, que les colmarán de regalos como premio por haber sido tan buenos, tan obedientes y tan estudiosos.
Y cuando «sepan la verdad» seguirán hipócritamente fingiendo su creencia y los padres y abuelos mantendrán la fe en su inocencia.
La CABALGATA DE REYES es eso: fábula, creencias inocentes, ilusiones de generosa bondad, anhelos de súplica y promesas de ser personas buenas y cumplidoras del deber.
Porque los Reyes de las carrozas representan el amor y el premio a la inocencia.
Cambiar el sentido a esa manifestación regia e infantil es, sencillamente, vergonzoso. O, si quieren, asqueroso.
No. Aquí no encajan conceptos como «diversidad», «pluralidad», «transversalidad», «variedad»… En ellos, y en su aplicación a este caso, subyace un odio a la fe, a lo cristiano, a la tradición de siglos y hasta me atrevo a decir que a nuestra cultura.
En una CABALGATA DE REYES no debe haber «reinas magas» y, menos aún, si su ejemplo se muestra como «objetivo de escándalo».
Yo, para «calentar motores» con color de manto regio, preparé un SALMÓN AL MEJILLÓN.
Muy fácil.
Doré a la pancha 4 rodajas de salmón (noruego, por supuesto), procurando que la plancha estuviera ya muy caliente para que el pescado tomara una costra superficial crujiente y quedara jugoso en el interior.
Aparte, ya cocidos los mejillones al vapor y seleccionada su carne, los preparé al ajillo con una guindillina para darles la alegría del picantín.
Dispuse el salmón en una fuente de servicio y lo cubrí con los mejillones, adornando con un poco de perejil picado.
Pues sí, señores, sí. Un manjar de REYES MAGOS.