POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
En el centro mismo de la ciudad, en un bajo de la Torre de Murcia, en Gran Vía, celebra este año Ricardo Celdrán que lleva desde hace siete lustros desempeñando su oficio de zapatero. Y aquel joven que abrió el local hace 35 años se ha convertido en un maestro zapatero que, incluso frente al empuje de las nuevas superficies comerciales y el mucho género barato que llega desde China, continúa detrás del mostrador. Espectador privilegiado del devenir del calzado y de los pies murcianos, Ricardo reconoce que en las últimas décadas ha aumentado el número que se calza en estas tierras. Hasta el extremo de pasar de una media del 39 al número 43 en el caso de hombres. Y otros cuatro para los zapatos de mujeres. Casi nada.
-Lleva usted 35 años, que se dice pronto, arreglando zapatos en pleno corazón de Murcia.
-Así es. Y sin cambiar de sitio.
-Eso es un logro. ¿Los arreglos no han variado en este tiempo?
-No demasiado. Si acaso, ahora se hacen las llamadas herraduras de goma que se colocan en las suelas para hacer los zapatos más cómodos. Aseguran que relajan los huesos metatarsianos, los del frente del pie.
-Con usted no han podido ni los chinos, por lo que veo.
-Pero han hecho daño. Porque venden muy barato, a 5 o 10 euros cada par de zapatos. Eso sí, su calidad es ínfima y luego nadie quiere gastarse 3 euros en arreglos pudiéndose comprar otros nuevos.
-Desde luego, algunos zapatos de esos duran poco, sí…
-Menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Así que cuanto te ahorras por un lado, te cuesta por otro porque te aguantan dos días contados. Esta es la verdad, amigo.
-Aguanta mientras cobro. ¿Cuáles son los arreglos que más realiza al cabo del año?
-Tapas para zapatos de mujer.
-¿Tiene usted más clientes masculinos o femeninos?
-Suelen venir ellas. Aunque también algún hombre.
-Porque lo mandan…
-(Risas) Porque lo mandan, claro.
-Después de tantos años en este oficio, ¿nos han crecido los pies a los murcianos?
-Sí señor. Cuando empecé, los zapatos más grandes eran de los números 39 y 40. Ahora, la media ha subido para ellos al número 43.
-¿Y las mujeres?
-Pues han pasado de calzar un 34 o 35 de media al 38. Y eso, el zapato más pequeño. Recuerde que hace unos años era incluso difícil encontrar zapatos de talla superior al 43. Hoy es muy fácil. Es más: abundan.
-Sí que es cierto. ¿Y no recibe usted ninguna ayuda pública?
-¿Yo? ¿Por qué habría de recibirla?
-Por conservar un oficio que se supone tradicional y en vías de extinción, supongo.
-Desde luego que este oficio no tiene mucho futuro. Aguantaré hasta que me jubile pero, por ejemplo, mi hijo ya no quiere sucederme. Respecto a las ayudas, no recibo nada. Pago mis impuestos como cualquier otro comercio.
-¿No hay aprendices?
-Nadie quiere aprender. Y a eso se suma que tampoco existe una formación adecuada. En Francia, sin ir más lejos, los oficios están mejor vistos y los jóvenes se preparan mejor. Hay mucha más formación, en la que se incluyen más prácticas que, a la postre, redundan en mayor conocimiento del oficio por parte de los alumnos.
-¿Qué trabajo no volvería a hacer?
-Los zapatos de un Drag Queen, quien me pidió que les pusiera enormes tacones.
-¿Y eso?
-Por el mucho tiempo que hay que emplear en la tarea. Antiguamente, el tiempo no se cobraba. Pero eso también ha evolucionado. Ahora, si tienes que dedicarle dos tardes a un trabajo por el que cobras 20 euros… pues, al menos, te lo piensas.
Fuente: http://www.laverdad.es/