POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El Viernes Santo en Oviedo es día de dolor; en Pravia, en cambio, es de regocijo, con el Vía Crucis que repasa los óleos de Magín Berenguer, el desenclavo de un Cristo articulado y la procesión con Él plegado en la urna, precedido por los santinos: el Nazareno, la Dolorosa y San Juanín con el dedo levantado indicando el camino. “¿Cuántos son los santinos?”, preguntó el profesor de Religión en el colegio San Luis, y un niño respondió: “Cinco; Chichí, Manolo, Santiago, Carlos y la Nena”. Se refería a los hijos de Santos Cueto, alcalde de Pravia en 1927. Y al anochecer el canto unísono del Miserere, que dirigirá Antonio de Luis Solar tras el fallecimiento de Luis G. Valdés. Veo el cielo abierto en ese luto de salmos, capirotes, ayuno y calamares en su tinta. A mediados del siglo pasado me empadroné en Oviedo pero sigue redimiéndome el Cristo articulado de Pravia; San Salvador es más rígido.
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