POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Impuesto de sucesiones aparte, ¿puede haber delito más oprobioso que esquilmar a los muertos? Sin embargo, al conocer la noticia, a la vista de los sucesos espeluznantes que ocupan las páginas y las horas de los medios de información, confieso que se me escapó una sonrisa, hasta enternecedor me pareció esto de profanar a los difuntos. Bienaventurados los pobres de espíritu, más vileza imposible. Cuatro enterradores del cementerio municipal de Oviedo han sido acusados de robar dentaduras de oro y coronas de molares de las calaveras. Al finalizar el alquiler de las sepulturas, cuando los interesados no renuevan, estos lechuzos exhuman los cadáveres y antes de enviarlos al osario general los limpian hasta dejar la raspa. Un caso de pringados parece, comparado con la sedición de mañana, donde Puigdemont y sus efractores, más que la dentadura, pretenden sustraernos la identidad.
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