POR BIZÉN D´O RÍO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE COMARCA DE LA HOYA (HUESCA)
Esas dos moles pétreas que llaman la atención del viajero cuando a Huesca se acerca y las admira recortándose tras la urbe, se tratan del llamado Salto de Roldán, pues con este nombre se ha denominado estas dos formidables moles que conforman la foz u osqueta que figura en el escudo de Huesca. Sus nombres hoy son San Miguel y Peña Amán, si bien por tradición popular sabemos que fueron llamadas con los nombres de Men y Sen, voces netamente de origen preindoeuropeo. Se trata de un conjunto rocoso con paredes que sobrepasan los 400 metros de verticalidad, que se alzan en un paraje lleno de encanto, precisamente donde el río Flumen corretea hacia la llanura escondiéndose entre las rocas llamadas Palomeras. Es aquí, donde los buitres leonados que anidan en las cornisas de estas piedras planean y podremos allí escucharlos rasgando el aire.
Al pie de la roca de San Miguel, unas escaleras metálicas nos ayudan en la ascensión, aunque no son unos pasos fáciles para toda edad. Arriba, desde la cima se puede contemplar además de las ruinas románicas del siglo XII allí existentes, la gran planicie que conforma la Hoya de Huesca.
La leyenda nos llega transmitida de generación en generación, desde hace unos ochocientos años, y todos los abuelos la han contado una y mil veces a los nietos para tenerlos entretenidos…………..Erase una vez, un caballero llamado Roldán que descendiente del caudillo de su mismo nombre que acompañó a Carlomagno, se enseñoreaba por la Sierra de Guara, pues prácticamente dominaba esta parte de nuestra geografía en toda su extensión. Noble levantisco y rebelde, se salvó de ser otro componente más de la famosa “Campana de Huesca” por estar enrocado y no acudir desobedeciendo la llamada del rey. Un hombre obstinado y desafiante, irónico hasta la saciedad, que constituía un auténtico reto para nuestro rey Dn. Ramiro, el cual salió con ayuda de Lizana y otros nobles fieles hacia peña Men . Allí acorralaron a Roldán que escapando por trochas llegó con su caballo a un sendero que escalaba la peña hasta llegar a una cortada increíblemente alta. Su estatura y nervio se recortaba en el abismo peleando contra los que lo acosaban, pero viendo que estaba perdido, acometió lo imposible, hizo revolverse al caballo pisando espuelas al borde del abismo y ante los ojos sorprendidos de Lizana que estaba presto contra él, lo vieron saltar y volando caer después sobre la otra peña, para desaparecer luego entre bojes y malezas.
Aquí el viajero, cuando se corta el rasgueo del vuelo del buitre, si está sentado sobre la roca de San Miguel, podrá escuchar como el susurro del viento le trae el sonido metálico de entrechocar de espadas, mezclado con los broncos pasos cabalgantes de un caballo.
FUENTE: BIZÉN D´O RÍO MARTÍNEZ