POR ALFONSO ROVIRA, CRONISTA OFICIAL DE ALZIRA (VALENCIA)
Como viene realizándose cada año por estas fechas desde 1955, el domingo 5 de este mes de junio, se celebró la tradicional romería al antiguo convento de jerónimos en la Murta, con el traslado de la imagen bajo la alcireña advocación de la Murta.
A las ocho esta mañana festiva, los participantes se dieron cita en la puerta de la iglesia de Santa Catalina, donde la imagen fue entronizada en una calesa tirada por un purasangre. Tras la intervención del grupo de danzas de Alzira y la bendición de las cañas con una estampa con un lazo verde, por el párroco de Santa Catalina, Enrique Masíá, arrancaron para cubrir andando, los ocho kilómetros que separan de lo que fue monasterio de jerónimos, desde la ciudad.
Muchos son los escritores que se han ocupado del maravilloso valle de la Murta, que en principio se denominó de Miralles o “dels miracles”. Era un recoleto lugar de silencio el que eligieron los monjes para la santificación y la fundación de su convento.
Los historiadores coinciden en señalar que el 11 de febrero de 1401, fue la data de su fundación, como lo detalla el padre Juan Bautista Morera en su libro editado en 1773. El origen de esta comunidad arranca de 1337, cuando el caballero Arnau de Serra hace donación de estas tierras a once anacoretas que moraban en algunas ermitas. En los seis siglos y unos pocos años de añadidura, el monasterio recibió ilustres visitantes; entre otros San Vicente Ferrer, que vino a predicar la cuaresma en 1409 y el rey Felipe II, en 1568.
En esta ocasión fue la 62 edición que la cofradía convoca, como se notificaba hace muchos años a los habitantes del Reino de Valencia, a participar en ella, donde se celebra a lo largo de la mañana la ofrenda de flores a la Virgen de la Murta y a continuación de una misa el aire libre, donde se ha entronizado imagen en el altar instalado en el templo de la naturaleza, teniendo como bóveda el cielo; como paredes las escarpadas laderas de los montes; la música, el rumor de las aguas que por el conducto bajan de la lejana fuente en las alturas del monte, que abastecía el monasterio. Como peana, un pino que sostenía la Virgen sobre una nube alada con ramos de mirto. Ante Ella se celebró la misa oficiada por el párroco de Santa Catalina de Alzira, Enrique Masiá, acompañado del sac erdote Pablo Sanz, previa ofrenda de flores, donde participaron los representantes del consistorio alcireño, asociaciones religiosas, falleras mayores y pueblo fiel.
Al terminar la eucaristía, el celebrante, como todos los años, provisto de un ramo de murta, que hacía de hisopo, procedió a la bendición del pan, como hacían los monjes del cenobio, con agua del manantial que llega a las proximidades de las ruinas del monasterio.
Al quedarse la imagen en la capilla de la casa solariega de la Murta, se ha perdido el entrañable regreso a la ciudad, donde los coches con los romeros, adornados con la aromática planta, eran recibidos con tracas a su paso por las barriadas, distinguiéndose siempre la de la Alquerieta. Con ello se perdió en el tiempo, conciertos por nuestra banda de música en plena naturaleza, como el que dirigió el recordado maestro Francisco Hernández Guirado el 7 de junio de 1981. También donde tomó parte el grupo de danzas de l’Alcudia. El concierto de los niños de la Coral de la Sociedad Musical de Alzira y la orquesta de cuerda de la misma entidad, que se realizó el 30 de julio de 1992, que dirigieron Pepe Escandell y Nicanor Sanz Sifre al unísono, presentando el quer fue locutor de la COPE de Valencia, Segundo Álvarez, previa intervención de Aureliano Lairón, cronista oficial de Alzira, quien relató a los romeros algunos pasajes de la historia del valle y del monasterio.
No se nos olvidan las tardes de las primeras romerías, en la década de los ’60 del pasado siglo, con la participación la grey infantil, así como los concursos literarios donde tomaban parte, entre otros, el médico don Manuel Just; el historiador alcireño Rafael Sifre Pla; el médico don Fernando Gómez Bonora o el abogado don Rafael Presencia Lliso. Buenas plumas que existían por aquellos tiempos en Alzira.
Ciertas obras musicales han sido dedicadas a la Murta, como la que compuso el maestro del Port de Sagunt, Miguel Villar González, poema sinfónico “Romería a la Murta”, estrenada en un concierto de la Sociedad Musical de Alzira, dirigida por Ángel Crespo, cuando se celebraban en la plaza del Carbón dentro de las fiestas dedicadas a los santos patronos, Bernardo, María y Gracia, o la que compuso Andrés Valero, “La Vall de la Murta”, obra obligada en el Concurso Internacional de Música de la Feria de Julio en Valencia, celebrado en el Palau de la Música de la capital de provincia, el 6 de julio de 2001, cuando se conmemoraba el VI centenario de la fundación del monasterio alcireño.
No obstante, en su camarín de la capilla del Sagrario, en la parroquia de Santa Catalina de Alzira, la santísima Virgen, bajo la alcireña advocación de la Murta, envuelta en silencio, ruega permanentemente por los destinos de nuestra ciudad y sus hijos.
“Y Murta se llamó. María de la Murta. Así, en los cielos, alcireña quedó.”