POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Pues eso: mañana es «domingo el gordo», «domingo de antroxu»; «antroido godoiro»….
Lo de «gordo» refiere que es día de comidas ricas en grasa (en «grosura», como se decía antiguamente; apuntando en cierto modo a las asaduras, callos, patas, orejas, rabos, huesos con carne adherida…).
De este concepto nace el «pote de antroxu», hoy tan de moda en Asturias, que es un «pote asturiano a lo bestia»; es decir, abundoso de embutidos, salazones, butietsus, oreja, rabo, tocino…
Después, dado que el pote es «para hacer boca», vendrán el picadillo, los callos o «cosas similares» y de postre «dulcerías ligeras» como frixuelos (fayueles), torrexes o torrijas (que también dicen picatostes a la asturiana), buñuelos, arroz con leche… y ROSQUILLINES DE ANÍS, tan populares antaño en estos días carnavaleros.
Rosquillas que, poco a poco, van perdiendo su protagonismo popular en días de carnaval, de cuaresma y de Semana Santa.
Dicen los entendidos que las rosquillas tienen origen romano (roscas pequeñas), pero que lo del agujerito central (es decir, forma de aro) se debe a un capitán de barco (unos dicen que inglés y otros que danés) que, después de amasar y cocer unos bollitos, deseaba secaralos «espetados en un palo».
¿Cómo hacerlo?
O, simplemente pinchándolos en él, o, mejor aún, moldearlos con un agujero central y, así, se aseguraba una mejor cocción del producto.
Y lo que empezó siendo pan… terminó siendo dulce.
La presencia de rosquillas en la dulcería española es abundantísima en variedades: rosquillas listas, rosquillas tontas, roquillas ciegas (sin agujero), rosquillas de baño, rosquillas de la tía Javiera, rosquillas de Santa Clara, rosquillas de Reinosa… Nosotros, aquí y ahora, nos centraremos en las populares y caseras ROSQUILLAS DE ANÍS.
¿Cómo se elaboran?
Miren ustedes, hay tal cantidad de recetas que yo me voy a inclinar por la que seguía mi suegra, porque «le salían» exquisitas.
Batía muy bien la misma cantidad de mantequilla (casi derretida) y azúcar (sobre 100 g de cada) hasta lograr una crema; añadía dos o tres huevos batidos y una copita de anís dulce (del que llamaban «corriente» ) y finalmente agregaba harina y un poco de levadura de panadería, amasando bien, hasta conseguir una pasta fina y homogénea que no se «pegara a los dedos».
Tras un reposo de una hora, moldeaba las rosquillas y las freía en aceite muy caliente hasta dorar. Las escurría sobre papel absorbente y las espolvoreaba con azúcar.
NOTA.- Antiguamente, en vez de utilizar anís-licor se empleaban «graninos de anís»; es decir, «anisinos”. Había personas que, en vez de freír las rosquillas, las cocían en horno.