POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Manuel María de Puga y Parga, «Picadillo», escribió a comienzos del siglo XX que el cerdo es el ejemplo de animal más propicio para el desarrollo de la vieja teoría de la metempsícosis «pues un cerdo, hoy es cerdo, y mañana lo ven ustedes encarnado, transformado o metamorfoseado en deliciosas y exquisitas preparaciones. Todo en él transmigra a otras regiones superiores, pues no cabe duda que pierde su mísera y denigrante condición social para convertirse en multitud de sublimes y delicadas viandas con que espiritualizan el estómago desde el más elevado personaje hasta el más modesto menestral».
Cuéntase que conversando don Julio Camba, -también gallego ilustre- con un grupo de amigos acerca de las excelencias de la volatería de corral, exclamó: «¡Si o porco volara!»; frase que resume el parecer de un antiguo profesor mío que decía: «De aves que vuelan, el cerdo; de productos de huerta, el jamón».
Un viejo refrán afirma que «comeréis puerco y mudaréis acuerdo»; verdad sublime (¡qué cursilada!) que justifica el por qué se utiliza tanto la fabada en reuniones políticas y en negocios con políticos.
Pues nada, a ver si a base de fabadas logramos acuerdos de gobernabilidad entre… «esos».
Nosotros, a lo nuestro.
Doramos en aceite, vuelta y vuelta, una pieza de rotí de cerdo de, aproximadamente, 1 kg. Se reserva.
En el aceite de fritura doran cebolla, ajo y pimiento rojo picados en fino.
Se llevan a una olla rápida carne, pisto y aceite; se suma un poco de caldo de carne y un chorro de brandy, y cuece durante una media hora.
Se saca, enfría y corta en rodajas no muy gruesas.
Aparte, se limpian y trocean los champiñones. Se llevan a una cazuela con aceite, cebolla, pimiento verde y ajo (picados), se sala, se baña con un buen chorro de brandy y cuecen durante unos 20 minutos.
En una fuente de servicio se disponen las rodajas de rotí bañadas en su salsa y, en cuenco aparte, se ofrecen los champiñones.