POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Tender puentes, establecer lazos, acercar orillas opuestas es todo uno; a los puentes (excepto los de Calatrava, que acaban en pleito) consideró la cristiandad obras pías; Juan de Ortega y Domingo de la Calzada son santos por sus puentes. La primera mueca de una guerra es volarlos. Puente es sinónimo de paz, mano tendida. Varias pasarelas hilvanan los barrios de la Muy Leal para salvar vías de hierro y rías de asfalto; la Pasarela acercó San Pedro de los Arcos a Uría y por ella, y otras obras estructurales, es Javier Marquina hijo adoptivo de Oviedo; Marquina es el artífice del puente de San Román de Candamo sobre el Nalón. Pero Asturias padece un gran roto entre San Esteban de Pravia y La Arena, aunque a la rivalidad inmemorial de estos pueblos unió siempre una estela de plata, una precaria chalana con remera: Raquel; hoy, la voluntad de hierro de aquella barquera daría para un puente mejor que el de Portugalete.
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