POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Olores a ropa recién planchada, a jabón Maderas de Oriente entre la ropa guardada en el cajón del ropero. Olor a esparto, a especias, a café y a pan recién hecho. Olor a carbonilla del tren que corría que se las pelaba, a carburo, a cuero en la guarnicionería y a tocino de veta. Olor a vino de la taberna. Olor a sudor y trabajo. Olores a la esencia hermosa en el olor de los pasillos de la memoria.
También los sonidos esculpieron el remanso de aquellos años que ahora parecen traspasar la melancolía. Suena a cepillo de limpiabotas, a máquina de escribir antigua, a campanadas de reloj de pared, a coplas con voz de pasión y sentimiento desde la radio Telefunken. Y a sonidos que pregonaban memoria, corazón y garganta del hambre por entonces instalada. ¿Recordáis el sabor de un tomate con sal, un canterón de pan con aceite, una sopa de ajo, de tomates, unas coles, y un cocido con todos sus avíos? Sabores y olores de una cocina hecha con imaginación, con paciencia y lustre para darle, por medio del ingenio, una espantada a los calambres que siempre produce y cercena el hambre en la oficina del estómago.