POR ANTONIO MARÍA GONZÁLEZ PADRÓN, CRONISTA OFICIAL DE TELDE (LAS PALMAS).
El historiador Antonio González destacó ayer en una conferencia la confianza y colaboración que existía entre ambos políticos.
El que fuera líder del Partido Liberal Progresista fue determinante en la carrera política y diplomática del abogado teldense.
La amistad de Fernando León y Castillo y Práxedes Mateo Sagasta Escolar, que fuera líder del Partido Liberal Progresista y presidente del Consejo de Ministros, fue determinante en la carrera política y diplomática del teldense, aunque el beneficio fue mutuo. Así lo constató ayer el historiador y cronista oficial de Telde, Antonio González, durante una conferencia en la Casa Museo León y Castillo, en el marco de un ciclo que analiza hasta junio las relaciones de este político canario con diversas personalidades de la época.
Antonio González señaló que Sagasta apoyó y colaboró con León y Castillo «siempre desde la sombra», aunque dejó claro que «Fernando nunca fue un títere» y siempre tuvo libertad para actuar bajo su criterio, lo que le permitió defender los intereses de Canarias en Madrid.
Amistosa rivalidad
Sagasta y Juan León y Castillo, detalló el historiador, «estudiaron juntos toda la carrera de Ingeniería de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas» en Madrid y entre ambos se estableció «una sana rivalidad porque eran aventajadísimos estudiantes y los dos hacían todo lo posible para convertirse en el primero de la promoción y recibir el premio de fin de carrera». En esta peculiar competición, fue Sagasta el vencedor, «pero con una diferencia de poquísimas décimas de Juan», sentenció el cronista teldense.
Independientemente del resultado, «lo que hizo esta sana rivalidad fue acrecentar su amistad y adquirir cada vez más confianza entre ambos, a quienes les unía también el hecho de no ser de Madrid. Uno era de La Rioja y el otro de Canarias y, por lo tanto, la capital les era extraña a los dos», explicó Antonio González al público asistente a la conferencia.
Estos dos foráneos «competían, además, con los niños ricos de Madrid, hijos de burgueses y, algunos, de ingenieros y ricos empresarios, por lo que se ayudaron muchísimo, estudiaban las asignaturas juntos e intercambiaban libros».
Reconoció su valor
La relación se sostuvo en el tiempo y cuando Fernando León y Castillo, que era diez años menor, fue a Madrid «Sagasta, que ya estaba dentro del Partido Liberal Progresista, procuró que ese joven liberal y monárquico que tan buena fama tenía de buen orador, y con un carácter espontáneo y un discurso titánico, se sintiera atraído por su partido».
Antonio González señaló que al principio la relación que se estableció entre ambos era de «simple amistad», pero con el tiempo se fueron fortaleciendo los lazos de «compañerismo militante».
«Sagasta vio pronto en él a un representante de una nueva generación políticos canarios que tomaban la bandera de Antonio López Botas y defendían la división de Canarias en dos provincias, la creación de los puertos francos o la españolidad de las islas, y creían en el futuro de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria para capitanear la política liberal de todo el Archipiélago», continuó relatando el historiador.
A este potencial y firmeza de las creencias de Fernando León y Castillo, se sumaban además «las buenas relaciones familiares y de amistad de los hermanos en Lanzarote, Fuerteventura y, sobre todo, en Gran Canaria», algo que fue visto por Sagasta como una ventaja para extender las ideas liberales en las Islas.
Una salida
Sagasta descubrió en el abogado teldense «a uno de los políticos más cultos y preparados del panorama español y empezó a buscarle salida» y con su apoyo se le abrieron varias puertas. Primero, recordó Antonio González, «fue nombrado gobernador civil de Granada y luego de Valencia».
Más tarde, formaron parte del Gobierno de España, donde Fernando León y Castillo fue ministro de Gobernación de Ultramar, «de las colonias».
La figura de Fernando León y Castillo fue, por otro lado, fundamental para el Partido Liberal Progresista «porque cada vez que se presentaba a diputado sacaba una amplia y arrolladora mayoría por Gran Canaria, concretamente desde el partido judicial de Guía». El teldese, además, llegó ocupar un lugar en el Senado.
Complicidad extraordinaria
El cronista oficial de Telde agregó que con el paso del tiempo la amistad entre León y Castillo y Sagasta siguió creciendo «y la confianza que depositaban el uno en el otro era extraordinaria».
«Aprovechando su Ministerio y sus habilidades sociales, don Fernando se acercó a la reina regente, María Cristina, y ella confió en él como su asesor y consultor necesario en aquellas cuestiones políticas relacionadas con Canarias y el exterior». En esta labor, que ya fue objeto de una charla dentro del ciclo de conferencias que Antonio González está ofreciendo en la Casa Museo León y Castillo, Sagasta «le indicó qué caminos seguir y cómo hacerse oír en el Consejo de Ministros».
En ese sentido, el historiador apostilló que «no bastaba solo con tener una buena idea o proyecto, sino que había que llevarse bien con algunos de los miembros del Gobierno para que aplaudieran las decisiones y apoyaran las iniciativas» y ahí Sagasta y León y Castillo hicieron un buen tándem aplaudiéndose y ayudándose entre ellos.
Capital del mundo
Sagasta también promovió que Fernando León y Castillo fuera destinado a París, «el lugar que consideraban entonces la capital del mundo, donde se decidía la política exterior de todas las grandes potencias europeas, solo con la rivalidad de Londres y Prusia». En esa época, continuó Antonio González, «el reparto de África estaba por hacer y España quería sacar tajada, por lo que había que destacar a un hombre en París. Por su cultura, su don de gente, por su habilidad diplomática, por su conocimiento sobre sistemas políticos y económicos y por la facilidad para contactar con los medios de comunicación (Fernando fue periodista durante 20 años y redactor jefe y director de la revista España, además de inversor del Diario Las Palmas primero y luego de La Provincia)», el teldense era la persona idónea.
Con él se intentó compensar el «aislamiento de España de la gran política exterior europea tras la Guerra de Cuba y el desastre que le supuso el término del imperio español en el Caribe y el Pacífico». Allí estuvo durante 30 años intermitentes.