POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Nada, nada… Seguimos con nuestra antología del disparate, o de los disparates, sobre la cocina asturiana.

Uno, ya viejo, tiene poca capacidad de susto; pero, no se qué decirles, cuanto más leo… mi capacidad de asombro se desborda.

Primavera asturiana. Abril, recién terminado, abrió las puertas a la pesca del salmón y de la trucha. Los ríos asturianos son llamada e invitación deportiva (excursión, pesca, salida al praderío y al valle…) a la que es difícil resistir.

¿Y dónde y qué pescar?

Lean, lean… lo que escribió uno de los más «celebres gurús» de la gastronomía española:

«De los peces que suben y bajan por los ríos asturianos debemos destacar el salmón, ya que Asturias es la zona más salmonera de España.

Las truchas asturianas más cotizadas son las que tienen que luchar contra las corrientes particularmente fuertes. También tiene su fama las truchas DEL LAGO ENOL.

EN LA PESCA FLUVIAL DESTACA TAMBIÉN EL CORDOVEYU, UN PESCADO DE LA ZONA DE LLANES DE CARNE MUY PRIETA» (Año de edición del libro; 2002).

¡Dios mío, Dios mío!

¿Quién habrá engañado de tal modo a ese personaje con el ficticio «cordoveyu»?

Se lo explico.

Cuando en Asturias se supone que una persona es simple, confiada, ignorante en costumbres locales… se la engaña para ir a «pescar cordoveyos» en noches de frío, lluvia o heladas.

La calabra «cordoveyu» es contracción de » cor d´oveyu», o «corazón de corderín», que es el paradigma de la simpleza.

Al personaje sujeto del engaño («pibardu») se le invita, en una noche fría, a meterse en el río con un cesto y unos amigos, desde la orilla, tiran piedras al agua para «espantar a los cordoveyos y hacer que salten al cesto del engañado».

El grito es «Cordoveyu, ve p´al cestu ; que´l pibardu ya ta puestu».

Y el pobre engañado, a emparse de agua fría y sin pesca alguna.

Así lo contaba Celso Amieva en «Los poemas de Llanes» (El Oriente de Asturias. Llanes, 1995):

«… ¿A dónde va, señorito,
en esta noche tan clara?

¡Venga a pescar cordoveyos
de aquí hasta que risque el alba.

Señorito, con su ayuda
la pesca será lograda…

Métase usted en el arroyo,
hasta los muslos de lagua,
y tenga usted por el cesto;
nosotros dos, a pedradas,
empjaremos los peces
a refugiarse en su panza…»

El «señorito», en este caso del poema llanisco era el veraneante madrileño, visitante primerizo en la comarca, y desconocedor de sus costumbres. El «pibardu», ¡vaya!

Es curioso.

Por el occidente astur, como Boal, también se da «este juego engañoso» y en estos lugares, en vez de cordoveyos, a los peces ficticios se los denomina «pibardos».

En la foto, un pez volador (fabulado cordoveyu) hacia el cesto del pibardu.