POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Desde tiempos muy remotos, “la medicina popular” era practicada por algunas personas “estrafalarias” que realizaban actividades que se encontraban al límite de “la brujería”.
En mi pueblo, entre los siglos XVIII, al XX y, aún, en la actualidad, había personas, y las hay, que decían “tener gracia” porque algún médico ya fallecido, al morir les había transmitido todos los conocimientos del arte de curar.
La escasez de medios y, sobre todo, la falta de licenciados en medicina y cirugía, con los cargos de “sacamuelas” y “sangradores”; daba lugar a que fueran admitidos estos personajes, por las autoridades y, estos llamados “saludadores” realizaban ciertas actividades; en especial, los casos de “trastornos mentales”.
Eran célebres, aquí, personas que se especializaban en “cortar el mal de ojo” Otras actuaban sobre el “aliacán”. Hoy, en pleno siglo XXI, todavía siguen haciéndolo y, además, reducen fracturas y esguinces y, también, dan masajes a la musculatura contracturaza.
Durante una epidemia de rabia, a finales del siglo XIX, el Regidor del pueblo Francisco Martínez expuso al señor “Juez ordinario de Causas Pías” que se concediera licencia y permiso para que obrara como saludador. Para ello consultó con el párroco Juan Guzmán Nicolini. Tras dar el visto bueno las autoridades, dicho cargo recayó en Joaquín Moreno López, dada su demostrada pericia.
Aunque los profesionales de la medicina no han faltado en mi localidad, en los últimos tiempos y, los medios técnicos han mejorado ostensiblemente, todavía sigue habiendo “curanderos” o “saludadores”.