POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Seguimos sumando días de confinamiento como si sumáramos las cuentas de un rosario en el que sólo se contemplan los misterios dolorosos, y en la misma proporción seguimos sumando las cuentas de un rosario de añoranzas y de ausencias, alejados de seres y de lugares queridos a los que no sabemos cuándo los volveremos a ver.
Tratamos de imaginar cómo será el regreso y el reencuentro cuando se produzca, y duelen las garras de la incertidumbre y del desasosiego.
Cada día se acentúa la sensación de que estamos perdiendo instantes de vida irrepetibles e irrecuperables, como si alguien nos estuviera robando una parte de nuestra existencia.
Los seres vivos hemos nacido para ser libres, y cualquier limitación que profane y atente contra este instinto de libertad, por muy justificada que esté, nos perturba y desconcierta.
Y mientras nos entretenemos y enredamos en estas disquisiciones mentales, el tiempo, ahora en modo de primavera, sigue su curso. Las puestas de sol y los amaneceres se van sucediendo de forma inexorable, y a veces sin nadie que los contemple. Y lo mismo sucede con los parques, ya de por sí escasamente frecuentados en tiempos normales, y ahora más vacíos de gente y más llenos de ausencias que nunca, y sin nadie que los disfrute.
Pero como la desesperanza no nos conduce a ningún buen destino, y como de momento no nos queda otra,
#YoMeQuedoEnCasa ¡Y que no cunda el pánico, que nos reinventaremos y volveremos más fuertes!
¡Buen día!