POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
«Piensa que la alambrada sólo es un trozo de metal, algo que nunca puede detener sus ansias de volar…» Quizás este sea el planteamiento que nos tengamos que hacer en esta situación de confinamiento en la que nos encontramos. Confinamiento físico, pero también psicológico. Y si el primero, que es duro, parece ser que poco a poco se nos va a ir levantando por parte de las autoridades que gestionan este estado de alarma, el confinamiento psicológico, el mental, es un tema más personal y que corresponde gestionarlo a cada individuo.
Y esta gestión resulta muy complicada dado lo anormal de la situación que estamos viviendo por lo inesperada y por lo novedosa. Nos ha sobrevenido como un tsunami incontenible que ha desbaratado de golpe el estado de confort en el que estábamos instalados y que nos parecía indestructible ante cualquier amenaza exterior, parapetados y amparados como estábamos en nuestra supuesta supremacía de especie que todo lo tenía bajo control.
Esta bofetada de realidad que hemos recibido por la visita de un simple virus caprichoso, es posible que ponga en jaque la estabilidad mental y emocional de muchas personas. Y esto es lo que tenemos que intentar evitar por todos los medios. Sabedores de que la alambrada física antes o después va a desaparecer (es sólo cuestión de tiempo), no podemos permitir que nos atrape y nos aprisione la alambrada psicológica, que, a la larga, puede tener también fatales consecuencias.
Es por ello por lo que tenemos que pensar que pronto seremos libres «como el sol cuando amanece, como el mar, como el ave que escapó de su prisión y puede al fin volar…».
Pero mientras tanto, y hasta que voces más «autorizadas» (permitidme que lo ponga entre comillas y lo diga con muchas reservas) que la mía dicten otra cosa,
#YoMeQuedoEnCasa ¡Y que no cunda el pánico, que nos reinventaremos y volveremos más fuertes!
¡Buen día!