POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑAL (SEGOVIA)
Por tercera vez le hago una visita virtual a la pospuesta Feria del Libro de Madrid, y hoy (en realidad fue un 8 de junio de 2013) en una de sus casetas me encuentro con Julio (Alonso) Llamazares, uno de los escritores que mejor conoce y más sabe de la España rural y, sobre todo, de la España vaciada. Nacido en 1955 en Vegamián, donde su padre ejercía como maestro nacional, cuando este pueblo leonés desapareció bajo las aguas del embalse del Porma en 1969, se mudó con su familia a Olleros de Sabero.
Su forma de escribir está muy pegada a la tierra, y sabe transmitir de forma muy intimista las sensaciones que se experimentan en pueblos ya desaparecidos o al borde de la despoblación, como es el caso del oscense Ainielle, donde ubica “La lluvia amarilla”, y la estrecha e indisoluble relación del hombre con la naturaleza que le rodea.
Mientras me firmaba tres de sus libros, comentamos sobre una de sus “Escenas de cine mudo”, y concretamente la de “El mundo en la barbilla”, en la que se refiere a aquel personaje de nombre Barbachey (Barbaché decíamos en FUENTEPIÑEL), el hombre foca, que se ganó la vida en los años sesenta del siglo pasado recorriendo los pueblos de nuestra Castilla y León con su mini circo espectáculo, que representaba en las plazas de los pueblos, y que constituye uno de mis primeros recuerdos de la infancia. Tengo aún en la mente la imagen nebulosa y casi fantasmagórica de este hombre rudo sosteniendo sobre su mamola (o barbilla) primero un arado romano apoyando en ella la punta del timón, y después una silla con un crío sentado, apoyándola en este caso sobre una pata.
Mis recuerdos y los de Julio Llamazares unidos y coincidentes por este singular personaje al que quizás alguno de vosotros también recordaréis si llegasteis a verle actuar en vuestro pueblo o del que quizás hayáis oído hablar a la gente mayor. Y es que el mundo (también el de la literatura) a veces es un pañuelo.
¡Buen día!