POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA).
“Noviembre acabado invierno empezado”. Y, en efecto, el mes de diciembre se inicia en FUENTEPIÑEL con unas temperaturas propias de la estación más fría del año y con unas heladas importantes.
El humo de las chimeneas nos recuerda que aún hay vida por aquí, y nos transporta a aquella lejana y casi olvidada infancia de estufas y de glorias; de sabañones; de pequeños sorbos de leche en polvo en la escuela; de acompasadas y rítmicas tablas de multiplicar; de indios y de vaqueros; de interminables partidos de fútbol sin VAR y con porterías imaginarias en los que el dueño del balón marcaba las reglas del juego; del toque de campanas a mediodía para el Ángelus y por la tarde llamando a la oración; de abuelas en luto perpetuo arrebujadas en negros mantones de lana, tan negros como los raídos pantalones de pana de los abuelos;… Una infancia, al fin, vacía de tecnología pero llena de actividad, de ilusiones y de deseos inabarcables, y, sobre todo, de sueños imposibles que quizás a alguien en alguna ocasión se le hicieron realidad.
Y es que ese olor a pueblo, ese olor a humo de leña resinosa de pino, irá siempre conmigo impreso en todas y cada una de las células de mi pituitaria nasal, transportándome a aquellos benditos años en los que, aunque entonces aún no éramos conscientes de ello, fuimos felices.
¡Buen día!