POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
El 19 de marzo de 1813 (hace 211 años, por tanto) nació en FUENTEPIÑEL don José Mayo García. En palabras de H. Serrano Viteri fue una de las más gloriosas lumbreras segovianas del siglo XIX, y «tan sólo la humildad y la modestia que siempre le caracterizaron han hecho que este sencillo sacerdote no aparezca en el cuadro de honor de los segovianos ilustres contemporáneos». Y ello no sólo por sus escritos si no, y sobre todo, por el magisterio con que impartió sus enseñanzas. Su gran cualificación y sus extraordinarias dotes como pedagogo hicieron que sus superiores se fijaran muy pronto en él y, todavía siendo él mismo estudiante, le encargaron las suplencias de las cátedras del Seminario.
Se licenció en Sagrada Teología y Derecho Canónico en el Seminario Central (o Universidad Pontificia) de Toledo. Ocupó el cargo de rector del Seminario Conciliar de Segovia entre los años 1886 y 1891.
Su obra «Victoria o La España Católica en el año de 1855″ es un «poema histórico-religioso dividido en once cantos, escrito en octavas de arte mayor». El total de octavas son 931 y el de versos 7.615. En ella, y valiéndose de Victoria y Acacio, dos personajes imaginarios, narra la historia de España en verso desde sus orígenes más remotos hasta los días del autor.
A veces, no obstante, y como consecuencia de su vasta cultura, sus versos resultan algo ásperos y difíciles de comprender, por lo que no es extraño que Serrano Viteri, el gran estudioso de su obra, diga de ellos que son «versos recios, científicos, inflexibles, severos, hablan a la mente más que al corazón, y proclaman que el autor de ellos fue más sabio que artista», como podemos comprobar en la octavas en la que describe el Universo:
«Esta ciudad seguro municipio
de inalterable ley y orden perfecto,
cuando el ser a los seres dio al principio
la fundó el mismo Dios sabio arquitecto;
fábrica no era de cascote y ripio,
toda se levantó en sillar selecto,
de modo que después de edificarla
no ha sido necesario repararla».
O esta otra en la que glosa a Dios, cuyas perfecciones y persona resultan inabarcables para la mente humana:
«Como radios están sus perfecciones
del centro de la esencia para afuera.
¿Quién las sigue en las largas dimensiones
sin que antes se trastorne en la carrera?
¿Círculo de millones de millones
de grados pone fin a la amplia esfera?
No le puede encerrar ningún circuito,
bajo todo concepto es infinito»
En el párrafo final del prólogo de este libro, don José mezcla su modestia con su espíritu firme y decidido: «Como quiera, y aunque mejor me fuese acaso, el haber reservado para el silencio del polvo fúnebre el material de mis ideas, no me apena que vaguen por la bulliciosa mansión de los vivientes: confío que los sabios, los literatos, los poetas no las rechazarán con enojo, que las permitirán un sendero en el campo de la ciencia, una calle en los jardines de la literatura, persuadidos como estarán de que no es lo mismo censurar que componer un escrito».
Falleció D. José el 28 de diciembre de 1901 a la edad de 88 años en Segovia, y en su cementerio fue enterrado, siendo trasladados sus restos en 1921, por intervención del también sacerdote fuentepiñelano D. Miguel Gómez Conde, al cementerio de FUENTEPIÑEL, donde actualmente reposan. Tiene una calle dedicada en su honor en el pueblo.