POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Un año más la colonia de vencejos en la calle Caurezo de BOLEA ha anidado en los agujeros de las bocatejas del viejo caserón que les cobija a escasos metros del balcón de casa. Después de tantos años no concibo un verano sin sus vuelos incesantes e interminables hasta que desaparecen en el cielo al anochecer, y sus inconfundibles y agudos chillidos, chirridos o como se llamen los sonidos que emiten. Los más antiguos yo creo que ya me consideran como de la familia por lo que se acercan al balcón.
Este año, además, he tenido la visita de una cría de gorrión, a la que he puesto a buen recaudo en el tejado de al lado al cuidado de sus padres («donde no llegan los gatos», como diría Serrat).